El espíritu del vino (Héroes del silencio, 1993)
MELODRAMA DOBLE. Mastodóntico proyecto que mira a los ojos del Physical Graffiti (1975) de Led Zeppelin. Brisas orientales, hindúes para más señas, lo refrescan. Riffs blueseros de rock americano te vapulean mientras entierran los arpegios de antaño. Y todo queda perfectamente enmarcado en una producción impecable para dar brillo a tamaño exceso. Que sobre esto va el disco. Aquí todo gira en torno al exceso y la añoranza de las cosas sencillas.
Y para hablar del exceso, ¿qué mejor que hacerlo con una obra excesiva en todos los aspectos? Pues la respuesta sería: cualquier otra cosa. Demasiado minutaje, demasiada épica mística-budista, demasiados temas vacuos y tópicos y solo algunos momentos inspirados - sobre todo los más potentes. Por suerte, tras la extenuante travesía por el desierto, llega el bendito cierre con la calidez y humanidad de "La alacena". Tragos y vicios sencillos en honor a Dionisos.
Si el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría, Héroes del Silencio erraron la ruta en alguna encrucijada. Lo que no significa que el disco no pueda satisfacer al fan más enconado. Muy al contrario, estos son los Héroes en su máxima expresión, disfrutando las mieles de un triunfo que, tampoco hay que escandalizarse, se les había subido a la cabeza. Mucho.
★★★☆☆
Podrá parecer una tontería, pero cuando tuve el CD en las manos por primera vez, lo miré y hojeé su libreto, inmediatamente me vino a la mente esa Historia interminable (1979) con la que Michael Ende removió la imaginación de tantos y tantos niños (y no tan niños).
Está en las enredaderas que enmarcan la bola de cristal rojo de la portada, en la tipografía bicolor de las letras (castellano/inglés) y hasta en los símbolos cuasi-arcanos que ilustran cada canción. Toda una panoplia de fantasía que conecta con lo gótico desde un ángulo mágico y casi infantil. Posiblemente el mayor acierto de un disco demasiado... eso, demasiado.
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