Doolittle (Pixies, 1989)
INDIE ROCK. ¡Qué difícil resulta encontrar las palabras exactas! Sobre todo para describir el gozo supino. Y eso es lo que consigue provocar este clásico de pop acorazado, de punk sin fisuras. El pináculo definitivo de la banda de los 80 y de los 90. Es lo que tiene dominar el yermo terreno de nadie. Es lo que tiene ser dueños de la melodía agreste y del desgarro algodonado, de las canciones sin solos pero llenas de matices que las hacen frescas a cada nueva escucha. Un planeta por descubrir cada vez que se explora. Resulta regocijante poner este disco y tumbarse, gritar, saltar, no parar quieto un instante.
Los Pixies lograron hacerse un nombre que causa un respeto y una devoción casi religiosos. Y lo hicieron a golpe de canciones enormes y discos angulosos y carnales. Con poco sentido lograron expresarlo todo. Un maremágnum de potencia y adhesión incondicional. Todo eso lo elevaron al cielo en una obra tan imperfecta como inmejorable. Es lo que tiene el apego emocional. El GOZO en un clásico que ya es eterno...
"¡Si el diablo es el 6...
Entonces dios es el 7!"
El disco, considerado ampliamente como la obra maestra de Pixies, iba a llamarse en principio Whore. Al final el título no encajaba con la portada, por lo que se decidieron por Doolittle, sacado de la letra de la canción "Mr. Grieves".
Parece que fue durante la grabación y gira de este álbum cuando la fricción entre Black Francis y Kim Deal hirió al grupo de muerte. Francis limitó la participación y el peso de su compañera en el grupo de tal forma que en los dos discos posteriores (y últimos) él se encargaría de la composición y la voz principal de todas las canciones.
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