THRASH METAL. El cuarto disco supuso un cénit para los brasileños, la depuración de sus poderes entre el death metal y el thrash, entre la jungla y la industrialización salvaje. Arise demuele los conceptos erigidos a base de velocidad y casi sinrazón en sus tres obras primigenias y construye con ellos una nueva biblia para el metal de finales de milenio. Con Beneath the Remains (1989) lo anunciaban de forma velada, con este te lo arrojan a la cara sin tapujos. Triunfan porque se dan cuenta de que no hay que dejarlo todo al albedrío de la galopada irracional y arman momentos inspirados de pausa y belleza en medio de todo su caos. Son mínimos, casi imperceptibles, pero unas cuerdas allí, una guitarra acústica allá, unas grabaciones ambientales acullá... Y oye, que esto parece ya otra cosa.
Son sólo detalles, lo sé. El corazón de este disco sigue siendo pedregoso y de una marcialidad totalmente indigesta. Sí, sutileza la justa. Guitarras de granito que aúllan, a veces, como internos de un psiquiátrico, y base rítmica rocosa. No hay resquicios de selva aquí, tan sólo algún que otro detalle. Una pena, aunque todavía se aprovechan cosas: el hardcore de "Arise", la invocación del apocalipsis en "Desperate Cry" o la enérgica "Altered State" conforman un esqueleto sólido y fuerte. Metallica, Motörhead, las dobles armonías de Iron Maiden o Judas Priest... Imperfección pegajosa que ni la peor producción del mundo podría hundir en el fango. Y eso que lo intenta, pero no, al final Arise es un cierre triunfal. El de una época que se iba a perder para siempre a la sombra de nuevos retos más aperturistas y suculentos. Punto y seguido.
★★★★☆
Total: 42:27
Este disco siempre me ha sabido a lo que mal llamamos Tercer Mundo. Siempre me ha provocado escalofríos el alarido que supone. Un grito capaz de helarte la médula espinal, porque no es un grito de auxilio, sino uno de reafirmación, de agrupamiento de tropas, de llamada a las armas. Un aullido deforme y abisal que clama contra la represión policial descontrolada, el hambre y la miseria de las favelas y la injusticia en todas sus formas.
Un disco que, a pesar de su sonido totalmente anglosajón, siempre me ha llevado de cabeza a Brasil, a su enormidad, a esa indigencia vestida de lujo, a esa podredumbre bien tapada por el dinero que lo hacen un país lleno de desigualdad, pero rico en tantas cosas que siempre va a estar entre esos lugares que podemos llamar especiales sin tapujos de ninguna clase.
Será porque la banda nunca ha ocultado sus orígenes, sino que los ha aireado desde un orgullo más que militante. O será por el componente exótico que, se escape por los altavoces o no, yo no dejo de encontrar en las percusiones, en los pocos segundos en los que me dejan escuchar el bajo de Paulo Jr. y en un primitivismo que, ya sea en las guitarras o en la voz, no deja de olerme a selva y a una humedad relativa por las nubes.
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