Su triunfo es nuestro gozo. Gozo al comprobar que la carrera del albaceteño ha tenido enjundia en todos y cada uno de los proyectos en los que se ha embarcado. La coherencia y la calidad han estado ahí a lo largo de estos treinta años sin apenas resbalones. Y gozo también al redescubrir unas canciones que reducidas a su esencia se muestran puras y radiantes, sin mácula, monumentos de una grandeza sobrecogedora que conforman uno de los cánones más impresionantes de la historia de la música en castellano. No exagero ni una micra.
Además de todos sus clásicos, Alfaro nos regala unos pocos temas nuevos de entre los que destaca ese nuevo hito que es "Dominó", una de esas canciones enormes a las que nos tiene demasiado acostumbrados. Decir que hemos disfrutado de un nuevo disco del autor de "Tejido de felicidad" (1999) puede parecer una perogrullada, pero la verdad es que esta vez ha sido una pequeña sorpresa. Puede que a muchos les pase como a mí y la idea de un disco acústico del rey de las tripas y el ladrido no sea lo más atractivo del mundo. Pues lo es, o al menos calienta como algunas de sus mejores obras. Sorpresón.
★★★★☆
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