BLUE-EYED SOUL. Kevin Rowland y Kevin Archer partieron peras antes de este disco. Las malas lenguas incluso afirman que el primero robó la idea al segundo acerca de este estilo entre el soul y el folk celta con la integración de violines en el sonido aguerrido del grupo. También las pintas, ese tipo de los gitanos callejeros que les granjeara tanto loas como desprecios a partes iguales. En cualquier caso, Rowland se acabó llevando el gato al agua y algún mérito tendrá en la creación de este disco mítico en el panteón de los Dexys. Archer ni siquiera se atrevió a materializar su idea con su nuevo grupo para no ser tachado de arribista y copión.
Rivalidades al margen, Kevin Rowland dio en el clavo una vez más. Así lo atestigua una "Come On Eileen" que abrió fuego y les dio su primer y ¿único? número uno en EE.UU.. Una canción que podrá estar hecha cenizas a base de exponerse una y otra vez, pero una canción única, el epítome de lo contagioso, el epítome del sonido que depuran aquí, un soul blanco igual de aguerrido que en su debut, pero que acaba beneficiándose de la alianza celta y de la fanfarria callejera para erigirse en una pieza diferente, única para los británicos.
Con todo esto, la vitola de obra maestra de este disco es un poco exagerada. Lo digo desde el profundo cariño que le profeso. "Too-Rye-Ay" es magnífico, imponente, grandioso, pero ¿soy yo el único que percibe un ligero bajón en la segunda cara que lo rebaja todo unos grados? Es difícil ponerle faltas, pero para mí, pasada la borrachera emocional de la primera parte, las canciones empiezan a parecerme buenas, o muy buenas, pero no matadoras. Al menos hasta que llegamos al cierre (en la primera edición británica) con la mencionada "Come On Eileen". Sé que para la mayoría será un pecado muy menor y que se me podrá tachar de mezquino, pero de momento este discazo me parece de notable alto. Pero muy alto, muy alto.
★★★★☆
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