AMERICANA. El octavo disco de Micah P. Hinson suena epatante, denso, oscuro y con un ambiente de premonición pesado y opresivo. La belleza se eleva en volutas vaporosas sobre unas canciones que están entre lo más sentido y profundo que haya escrito jamás. Al menos si vamos al núcleo de los mejores temas, porque raspar la hora de minutaje tampoco es algo que ayude.
Lo que no se puede negar es que Micah va macerando su estilo, tan dependiente de su garganta profunda y ajada, y con los años gana en rajo y se aferra más que nunca al clasicismo y a la raíz. He de decir que todo eso redunda en que su música nos suene ahora más verdadera que nunca, lo que es decir mucho en su caso, y si bien no lo veo capaz de superar sus dos primeras obras, sí que en muchos aspectos creo que está en la cumbre de su arte.
Definitivamente, pasado el ligero bache del cambio de década, podemos disfrutar con confianza de un artistazo renacido que es capaz de ofrecer instrumentales apasionados y desgarradores, además de canciones tan claras y emocionantes como "Oh, Spaceman" o "The Darling". No sabemos qué pasará en el futuro, pero hoy por hoy Micah se postula como el mejor guardián de la tradición posible y se le ve realmente a gusto en su puesto. Por muchos años.
★★★★☆
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