Pronto amasarían una cohorte de acólitos que elevaría al grupo a unos niveles de ventas y popularidad insanos, pero en estos primeros instantes tan sólo empezaban a gatear. Con decisión y claridad, no obstante, dejando clarísimas las aptitudes digitales de un Mark Knopfler llamado a conquistar el cielo guitarrístico con ese estilo sin púa que alguien describió como el sonido de una guitarra española amplificada. Aquí se luce con la sutileza inmaculada de "Six Blade Knife" y el virtuosismo estratosférico de "Sultans of Swing", entre otras. Lo que no quita que por mucho que se les comparara con Dylan o JJ Cale, cosa que secundo, no dejen de arrastrar otras influencias mucho menos deseables, como la de esos Shadows que siempre me han parecido absolutamente inanes y anémicos hasta la agonía.
Por todas estas razones, este estreno adolece de demasiadas cosas como para maravillarme. Perderme en su sagrada perfección me resulta anodino y por mucho que lo escucho no encuentro verdaderos motivos de gozo para afirmar, como tal vez debería, que Dire Straits debutaron con una obra maestra. Tampoco puedo decir que los tengan mucho mejores que este. Está claro, el problema no es el disco, es el grupo. O quizás yo.
★★☆☆☆
Total: 42 min.
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