miércoles, 15 de agosto de 2018

Fruta del paraíso

Spirit of Eden (Talk Talk, 1988)
 
 
POST-ROCK DE CÁMARA. Lo sacro y lo humano se entremezclan en esta música. De manera sutil, como el suave balanceo de las ramas de ese árbol de fantasía que adorna su envoltorio. Los 23 minutos iniciales se deslizan estocados por algún que otro recodo brusco y afilado. Guitarras, armónicas, teclados y la voz entregada de un Mark Hollis magistral en cada fraseo, en cada decisión.

Porque esta obra maestra iba a ser su primer disco como tal, considerado como algo propio en lo que volcó su personalidad de manera impagable. Así lo demuestra la libertad en una toma de decisiones que choca con la actual concepción de un disco. Tampoco era fácil en el 88 editar algo que oliese a música de cámara. Lo innovador ha salido caro muchas veces. Máxime cuando el disco aparentaba ser una mirada hacia el clasicismo más medieval. La portada así lo anunciaba. Las atmósferas así lo dejaban intuir. El resultado no.

Cuando entra la armónica por primera vez, junto a ese chirrido eléctrico, parece el anuncio del fin del mundo. Es el presagio de la avalancha sentimental que llena la cara A, un festín para los oídos y el alma. Tras esta pista única en tres movimientos (en el vinilo original al menos) no es de extrañar que la cara B palidezca algo a su lado, aunque sea ruín y mezquino achacarle algo. No se explica después de sumergirse en sus cuerdas, sus coros de iglesia, sus vellos de punta.

Talk Talk dejaron de ser un grupo de pop con Spirit of Eden para ser algo más. Un grupo que abandonaba las canciones a favor de un formato sin ataduras. A favor de la música. Y sin excesos épicos ni dramatismos de salón. Sabían administrar los desarrollos y el azúcar. En este disco más que en ninguno hasta la fecha. Sí, me temo que consiguieron lo que se propusieron. Así se fabrica una obra maestra.


A The Rainbow / Eden / Desire
B1 Inheritance
B2 I Believe in You
B3 Wealth

Total: 41min.

 
James Marsh siempre llevará su arte unido al de Mark Hollis y los suyos. Su alianza se alargó en el tiempo y fue responsable de gran parte de las cubiertas que Talk Talk nos regalaban disco tras disco. Obras pictóricas de fuerte raíz onírica y de un romanticismo arrebatador, que anunciaban a las mil maravillas lo que estábamos a punto de escuchar. Simplemente precioso.
 
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