CANCIÓN DE AUTOR. Simon & Garfunkel habían separado sus caminos doce años atrás y no habían quedado muy bien entre ellos. Las peticiones de reunión por parte de una audiencia ávida siempre habían sido respondidas con una negativa. Hasta este momento, la noche del 19 de septiembre de 1981, cuando decidieron juntarse por una buena causa. El motivo, recaudar fondos para el mantenimiento y la renovación de un decrépito Central Park, auténtico pulmón y símbolo de la Gran Manzana, que moría por el abandono y la falta de fondos para su protección.
El concierto, gratuito, se celebró en el Great Lawn, la zona abierta en la parte central del parque y reunió a la friolera de 500.000 personas. Un momento histórico, pues, por varios motivos. Un momento que estuvo a punto de no producirse. En principio iba a ser un concierto en solitario por parte de Paul Simon. Después se pensó en que Art Garfunkel colaborara de manera testimonial. Finalmente, todas las partes se decantaron por un concierto de Simon & Garfunkel con espacio para canciones de la carrera en solitario de ambos. Simon llevó la voz cantante y, cómo no, acaparó el grueso del show. Parece que este afán de protagonismo estuvo a punto de mandarlo todo al garete y fue motivo de fuertes discusiones durante los ensayos.
Sea como fuere, el concierto terminó realizándose para gozo de los miles de fans que no podían creerse que sus ídolos fueran a darles una nueva oportunidad de disfrutar de su magia. Una magia que esparcieron aquí y allá a pesar de sus desencuentros. Una hora y veinte de nostalgia, armonías celestiales e individualidades que pecan de tediosas en algún instante, pero que dan en el clavo en la mayor parte del metraje con una ristra de clásicos intachable. Simon cuela ocho de sus canciones en solitario y sólo deja espacio para una de Garfunkel. Una maniobra ególatra que al menos deja claro que la carrera del enano al margen del dúo merece nuestra atención.
Este disco está muy alto en la apreciación del público y es uno de esos que se dejan caer con frecuencia cuando pensamos en los mejores directos de la historia. Especialmente recomendable es el video del concierto donde podemos apreciar, aparte de la tensión y el maravilloso diálogo de sus voces, cómo Garfunkel parece disfrutar acompañando en las canciones en solitario de Simon, mientras que este desaparece cuando Art interpreta la suya. Detalles feos que no restan impacto a una grabación a la que es imposible negarle las altas dosis de disfrute que atesora. Eso está fuera de toda duda.
★★★★☆
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