MATH ROCK. Despedida oficial con o sin pretenderlo. Y con trece minutos repartidos en dos canciones sin título, como el EP. Esto es lo último que publicaría Slint en su precaria existencia, aunque en realidad el disco salió después de su disolución. Dos temas que encima fueron grabados por Steve Albini en las sesiones de su disco de debut allá por 1989. A nadie debe extrañarle la jugada. El grupo cierra el círculo con la lógica y la matemática con la que siempre habían fabricado su música.
El último espasmo de los de Louisville acaba siendo un postre suculento como pocos. La demostración de que el grupo no triunfó por el reparto injusto de vitolas con el que la industria agasaja a sus alumnos más aventajados. El mundo no estaba preparado para ellos. Al menos el mundo gris y vulgar en el que triunfan las medianías de siempre. Entre los gourmets musicales la cosa cambia. Ahí sí que crearon escuela.
No es de extrañar. Todo queda más que claro con estos dos temazos de rock al ralentí, de psicodelia interior. Dos piezas instrumentales, rugosas, ásperas y gozosamente tenebrosas. Toda una celebración de la catarsis de la electricidad y del poder sanador del silencio. Un disco que arde y se consume en volutas humeantes y siempre deja con ganas. Un regalazo abrumador.
★★★★☆
A
Glenn
B
Rhoda
Total: 13 min.
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