UN DISCO
To Be Kind (2014)
Se hace realmente difícil decidirse. Sí tengo claro que si hay que elegir uno, ese debe estar entre el cuarteto de obras maestras que derramaron entre 2010 y 2016. Y si me aprietan muchísimo, me quedaré con la gloria infinita de una obra que, como las otras tres, supone una excavación incansable hacia las entrañas del alma humana. Un disco ruidoso, visceral y extático que se estira y se estira hasta las dos horas de una travesía mareante llena de pausas, silencios asesinos y cambios de ritmo terroríficos. Una experiencia, como toda su carrera, religiosa.
EN CINCO CANCIONES: Seasons in the Abyss
1. "New Mind" (1987): Colofón a su primera etapa, la inclusión de las ideas aperturistas de Jarboe tendrían su primer punto álgido en ese Children of God (1987) tan definitivo para la progresión de Michael Gira. En esta canción no se percibe la impronta de la cantante, pero entre toda su barbarie y su ritmo a piñón fijo se cuelan buenas dosis de estructura e incluso melodía como para darse cuenta de que estos Swans eran otros.
2. "Blood Promise (live)" (1998): Sacada del doble en directo con el que se despedían "para siempre", esta pieza concentra todo lo hipnótico y ritualístico de una banda que no se conformó jamás con la carnaca sanguinolenta. Aquí hay brasas, incienso y todo el poder épico de ese tratar de rozar a la divinidad que ha sido la ranzón de ser del grupo.
3. "Jim" (2010): Tonada oscura e hiriente con la que regresan de entre los muertos. Puede tener un punto comercial incluso que me ha hecho pensarme su inclusión, pero creo que entre tanto maremágnum se agradece un pelín de ligereza. Y hablamos de algo más de seis minutos. Así están las cosas con los neoyorquinos.
4. "Screen Shot" (2014): La apertura de To Be Kind (2014) no toma prisioneros. Empieza perezosa para acabar en llamas con un Gira imprecando con la urgencia del que ve acercarse a la muerte. Aquí es el lugar... Ahora el momento.
5. "The Glowing Man" (2016): Y volvemos a flotar en la nebulosa. Podría haber elegido casi cualquier desarrollo interminable de su última época. Si elijo estos veintiocho minutos, es por el cambio de ritmo tan asesino que le meten al final, logrando una tonada que hasta se puede bailar. Eso sí, a espasmos, tampoco se emocionen.
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