domingo, 11 de octubre de 2020

El rock duro reclama su trono

Van Halen (Van Halen, 1978)

 

HARD ROCK. Van Halen se estrenaron con este disco volcánico y casi diría que suprematista desde el momento en el que Eddie Van Halen estableció un nuevo patrón endemoniado para la guitarra eléctrica en el rock. Algo que no había pasado desde que surgió un tal Jimi Hendrix hacía ya más de una década. Ese es el gran atractivo del grupo y del disco. Sin menospreciar la fiereza escénica y la calidad vocal de David Lee Roth, fue Eddie el que añadió los ingredientes secretos que iban a hacer al grupo uno de los más rompedores y exitosos de un hard rock al que volvieron a poner de moda para reventarlo absolutamente todo.

No es este un debut que se ande con rodeos ni medias tintas. Producción acerada y guitarra en primer plano para sentir las dentelladas a milímetros de tu cara. Todo un arsenal de trucos y pirotecnia nunca vistos hasta entonces. Al menos en cantidad y variedad tan insultantes. Tappings, shreddings, bendings y suputamadrings para sellar para la eternidad una forma de tocar y vivir el instrumento vibrante, feroz y absolutamente apasionada. Y encima, oh sorpresa, el disco tiene canciones.


Eddie's lament.

Eso es lo que más me gusta. Que Eddie sea un virtuoso inalcanzable puede y debe maravillar a cualquiera. Que use su pericia sobrehumana para ponerla al servicio de unos temas tan redondos y tan bien acabados, eso, visto lo visto con otros guitar heroes, es para canonizarlo directamente. Temazo tras temazo Van Halen nos van hablando bien clarito de su amor por el rock 'n' roll, de su inmenso sentido rítmico (Eddie una vez más), de su pasión por el soul, el blues y hasta el pop. Todo esto al menos es lo que me susurra a mí este clásico al que puede que se le vaya la mano con la euforia eléctrica, pero al que poco más se le puede achacar. Uno de esos discos que no solo atraviesa el tiempo impertérrito, sino que exige la atención del melómano, sea cual sea su clase y condición. 

★★★★☆

 

En la portada ese claroscuro profundo y artístico, fotos tomadas en el mítico Whiskey a Go Go de Los Angeles. Excusa más que suficiente para sacar a la palestra el genio pictórico de Caravaggio, un genio de la pintura famoso por su vida disipada y casi criminal con deslices de todo tipo incluyendo riñas, reyertas e incluso asesinatos.

El creador del tenebrismo, por tanto, tuvo una vida a la altura de su leyenda y Van Halen, aunque comparten poco (más bien nada) con él, ofrecen en este disco una pasión que puede considerarse heredera de una forma de respirar el arte hasta hacerlo parte indisoluble de tu propia existencia. Pero vamos que si hago la conexión es únicamente por una portada que me intriga lo suficiente como para que me venga a la mente el genio milanés.

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