domingo, 10 de enero de 2021

Panteísmo absolutista

New Mother (The Angels of Light, 1999)

FOLK ABISAL. The Angels of Light son el eslabón que une las dos poderosas encarnaciones de Swans. Un eslabón y unos engarces alrededor de ese hilo irrompible que es Michael Gira. Aquí se muda de piel una vez más para tratar de conjurar ese mismo ansia que le arde en las entrañas desde una óptica más reposada y meditativa. Una búsqueda de la hipnosis ahondando en esa vena acústica con la que ya había experimentado en Swans.

El resultado son poemas de enorme lirismo, como este debut. Un poema épico a la vieja usanza, de esos que hay que escuchar sentados y con los cinco sentidos para no perderse por los retruécanos argumentales ni la pompa verbal que nos endosa el trovador de turno. No porque Gira maneje el lenguaje con ese intelectualismo elitista y barato que a menudo esconde más carencias que pericia. No, lo suyo es lo de siempre: un lirismo basto y hasta cruel, un panteísmo pagano en el que la Nueva Madre del título es esa diosa a la que amar y temer.

 

Llena eres de gracia  

 Ingredientes básicos y tremendamente sofisticados para que todo esto parezca folk sin serlo. Para que nos traguemos su ideología sin pestañear. Porque aquí, Gira y los suyos se meten en tu cerebro como nunca antes. Que se les va la mano con las dimensiones... Bueno, es cierto. Al fin y al cabo todavía no sabíamos lo que iba a endosarnos con los Swans una década después. Eso puede que sea otra historia, pero si queréis conocerla como es debido, esto se hace imprescindible en todos sus largos y reptantes setenta minutos y pico. Si es que os interesa ingresar en la secta, claro.

★★★☆☆

 


"El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe". Afirmación de Jean-Jacques Rousseau que ilustra a la perfección su concepto del buen salvaje. Un concepto que casa bastante bien con el folk panteísta de Michael Gira. Un folk que subraya la crueldad de la naturaleza por encima de sus bondades, pero que no deja de ser tan real y puro como la idea del filósofo francés.

Y todo esto también aparece atravesado, siquiera tangencialmente, por la pintura del otro Rousseau. Cuadros de una exuberancia salvaje como ese "¡Sorprendido! (Tigre en una tormenta tropical)", que tan bien ilustra su estilo y sus obsesiones. Y es que todo esto va de eso, de la más pura, repetitiva y obcecada obsesión.

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