Since I Left You (The Avalanches, 2000)
SAMPLEDELIA. Euforia, satisfacción, plenitud, la caricia del sol en primavera, música refrescante, embriagadora, recién cortada... Sensaciones poderosas y vivas que nos transmiten estos australianos con esta su obra maestra. Un disco que a pesar del tiempo que ha pasado no suena para nada trasnochado ni superado. Una obra de una plenitud gozosa que se va a quedar con nosotros para siempre.
Un trabajo minucioso que aumenta su valor por apostar por lo perdurable en el siempre caduco y vertiginoso mundo de la electrónica. Miríadas de samplers engarzados con la pericia y el gusto de unos artesanos del sonido. Uno de esos discos que no podemos sacarnos de la cabeza. Así de potente es una obra que ya desde su apertura con ese tema titular nos da en todos los morros y nos hace desperezarnos y bailar al sol.
La vie en rose
Un exitazo que trabaja con materiales no siempre nobles. En multitud de ocasiones juguetea con ese lounge que gente como Henri Mancini ha convertido en arte mayor, pero que en según qué manos puede quedar reducido a un mullido e insípido sonido de fondo, cosa que aquí esquivan en todo momento para recordarnos que la música, no importa el género, cuando se hace bien, se eleva por encima de los tópicos y de las ideas preconcebidas. No me cabe la menor duda, son muchas las escuchas ya. Esto es una ofrenda preciosa al amor más puro, un homenaje hecho de trocitos del alma de los que nos precedieron. Muy grande.
★★★★☆
De acuerdo con sus autores, en el disco yace una intención conceptual a través de la cual tratan de contar o sugerir la búsqueda del amor por diferentes países. Una suerte de persecución de la amada por parte del enamorado alrededor del mundo. Una idea romántica que casa o contrasta, según se mire, con una portada que a mí me habla de naufragio y de desastre.
Una cubierta que conjura tanto a Moby Dick (Herman Melville, 1851) como a La tierra tiembla (Luchino Visconti, 1948). La película del genio italiano narra con negra pesadumbre el drama de unos pescadores que difícilmente puede casar con nada de esta música. Es en cambio en la obra cumbre de Melville en la que podemos encontrar alguna relación, siquiera en esa pléyade de significados y lecturas múltiples que tiene cada una de sus páginas. Como la increíble sucesión de sonidos triturados y rehechos que dan como resultado efectos nunca imaginados a partir de retales de música que creíamos conocer como la palma de nuestra mano.
En esa densidad y en esa profundidad es donde me atrevería a casar a dos obras que no pretendo equiparar en términos artísticos, pero que podrían tener esta extraña y, lo admito, algo forzada relación.
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