Gala Mill (The Drones, 2006)
ROCK. Es fácil empatizar con el revuelo de un disco que casi todo el mundo encumbra como una de las mejores obras que ha dado Australia al rock. La dureza y el multicromatismo de las letras de Gareth Liddiard, su incendiario estilo vocal y su oscuridad densa e impenetrable, hacen de este disco un monumento a lo auténtico, lo epidérmico y lo conmovedor.
También creo que falla en un par de temas, demasiado como para colocarlo entre las obras maestras más indiscutibles. Poca tara en realidad, sobre todo si atendemos a la crudeza de su tono funerario, casi comatoso por momentos, a su tremendismo eléctrico y a lo bien que los australianos juegan con la melodía y la tradición. Es precisamente esto último lo que más llama la atención en un grupo que siempre se había aferrado a lo eléctrico por encima de otras sutilezas.
Aquí manda el terruño. Con la crudeza de unos Beasts of Bourbon, con el dramatismo de un Nick Cave y con las raíces de unos Two Gallants, Liddiard y los suyos destilan su versión personal e intransferible de algo que podríamos llamar blues punk o noise folk. "Jezebel", "I'm Here Now", "Words from the Executioner to Alexander Pearce" o una "Sixteen Straws" en la que resuena el Dylan de "Ballad of Hollis Brown" son los estandartes flamígeros de un álbum que hunde sus raíces en la historia de las antípodas. Una historia, por lo visto, sangrienta, cruel y seca como ese Outback que ocupa todo el centro del continente como una maldición.
★★★★☆
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