martes, 17 de agosto de 2021

Sueños recurrentes

4:13 Dream (The Cure, 2008)

POP. Los sueños recurrentes de Robert Smith entran en lo que se supone que es la recta final de una carrera prodigiosa, pero sin visos de que vaya a tener un colofón a la altura de lo que merecerían. Con un arsenal de más de treinta canciones y con la idea inicial de hacer un disco doble, finalmente se decantaron por el sencillo, para el cual eligieron mayormente las canciones de tempo más acelerado en detrimento de esos temas lentos y enormes que Smith llama sus favoritos.

Y a Dios gracias, porque no me veo tragándome un disco doble de estos Cure postreros. Con este pobre intento por reverdecer viejos laureles tengo más que de sobra. Y la verdad, por mucho que el líder de la banda alabe a esos temas sin acabar, instrumentales a veces, lo cierto es que ya no me fío, cansado de esperar esa chispa de genio que está muy claro que no va a volver.

Total, que el disco es pesado e insulso hasta decir basta. Los Cure aburren con ese pop que siempre había sonado vibrante y expresivo en sus manos y Robert no pudo usar las canciones que más le gustaban a la espera de empaquetarlas todas juntas en algún proyecto posterior. Cosa que no evitó que nos endosaran esto. Un álbum que lo único que deja claro es que es totalmente incapaz de satisfacer a nadie más allá de los fanáticos más vociferantes.

★☆☆☆☆

1 Underneath the Stars 6:17
2 The Only One 3:55
3 The Reasons Why 4:35
4 Freakshow 2:28
5 Sirensong 2:22
6 The Real Snow White 4:42
7 The Hungry Ghost 4:29
8 Switch 3:42
9 The Perfect Boy 3:21
10 This. Here and Now. With You 4:06
11 Sleep When I'm Dead 3:51
12 The Scream 4:36
13 It's Over 4:17
Total: 52:41

 

Los Cure y su líder en particular siempre han usado los sueños como materia prima para sus canciones. Eso ha sido especialmente notable en momentos concretos, canciones específicas y discos como The Head on the Door (1985), con el que este álbum de título tan significativo parece querer compartir cosas.

Al final poco parecido hay más allá de los gorjeos infinitos del bueno de Robert, ese niño eterno embutido en un cuerpo cada vez más enorme y deformado. Como una imaginación tan incontenible como imposible de tomarse en serio.



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