martes, 7 de diciembre de 2021

Humano, demasiado humano

La exclusión (Niño de Elche, 2021)

 

VANGUARDIA. A Francisco Contreras no es que el flamenco se le haya quedado pequeño, es que la música por sí misma no le basta para expresarse. Lo suyo como artista multidisciplinar, más que una intención, es toda una realidad. Aquí nos presenta su última y bendita ocurrencia, un disco pensado como banda sonora de un espectáculo audiovisual que, por lo que se oye en estos ochenta minutazos, no parece tener desperdicio.

Al menos si estás más o menos familiarizado con el arte conceptual, el ruido que parece obsesionar al ilicitano y todas las vanguardias musicales que asolaron el siglo XX. De Ligeti a Varèse, pasando por el sempiterno Stockhausen o John Cage y toda su parentela, todos tienen cabida en la última monstruosidad del exflamenco. También el suspiro tétrico y premonitorio con el que Scott Walker barnizaba sus discos de madurez, de ese acongojante Tilt (1995) a ese negrísimo y abisal The Drift (2006).

Toda esa música, por llamarla de alguna forma, cobra vida en esta obra en cuatro actos que trata de explicar cómo se manifiesta el mal. Así de profundo y de absoluto es su concepto. La puesta en escena de toda una simbología de lo profano y lo perverso a través de rebuznos reales, cantos gregorianos, música renacentista, campanas, ruidismo industrial y drones a lo Sunn O))).

Como suele ser habitual, poca broma y una seriedad funeraria que pocos aguantarán. La mayor parte de la humanidad se perderá la conmoción extrema de un artista que hace tiempo que ha superado los límites que le imponía la ortodoxia y está decidido a superar los que pudiera imponerse a sí mismo. Una obra que profetiza sobre el abismo que se avecina de manera perenne y que sirve a Niño de Elche para trascender esa "gran interrogante" que, por supuesto, no consigue desentrañar en ese desgarrador último espasmo que titula "Muerte-Nada". Sobrecogedor.

★★★★

1 Animal-humano 18:35
2 El cuerpo 19:18
3 Europa 19:54
4 Muerte-nada 19:19
Total: 77:06
 
Niño de Elche apela siempre al arte más esquivo y más feroz. Cuando parece que empiezas a comprenderlo, da un nuevo salto adelante como temeroso de que puedas llegar a atraparlo. Con él siempre vamos a rebufo, al trantrán, pero es esa incomodidad la que sigue espoleando al oyente inquieto y ávido de sensaciones.
 
 
Arriba he mencionado a Scott Walker y no ha sido algo al azar. Creo que en este álbum, Francisco Contreras comparte con el británico de adopción una forma similar de contar las cosas. Sobre todo por ese The Drift (2006) con el que Walker me puso del revés con su anuncio descarnado del auge de un fascismo para nada enterrado aún. En el disco usaba percusiones sobre un costillar de ternera, ruidos bizarros y, sí también, grabaciones de asnos en uno de sus temas. 
 
Por todo esto, por su dificultad, porque el ilicitano, como Walker, hace un remedo del pato Donald, por la colaboración del de Ohio con unos Sunn O))) que también sobrevuelan por aquí... Demasiados motivos como para no percatarse de que, más que probablemente, Niño de Elche le ha dado un par de escuchas a The Drift. Un motivo más para quererlo.

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