FLAMENCO TRAP. Rosalía saca su esperadísimo tercer álbum para jolgorio de sus muchos fans, aunque visto lo visto, parece que su verdadero objetivo es ser objeto de críticas y apedreamiento general por parte de gente que, o bien no soporta que no se arrime a su brasero, o simplemente no va a entender que lo que hace Rosalía nunca se va a adaptar a lo que algunos esperan de ella. Ya va siendo hora, fenómeno mundial de por medio, de enterarse de que lo que hace esta chica, nos guste más o menos, es demasiado grande como para ponerlo en duda. Al menos cuando se haga desde un posicionamiento en el que no estemos dispuestos a escuchar sin prejuicios o incluso a salirnos de nuestra zona de confort.
Si hacemos esto último, podremos disfrutar Motomami como merece. Mucho. Pero eso implica dejar de esperar que la niña cante flamenco como Dios manda o que deje de cantar como se habla en la calle en 2022 si tienes menos de treinta años. Que Rosalía está haciendo de cronista de toda una generación, es tan obvio que me da hasta cosa recordarlo. Y lo hace más que bien. Con un gusto prístino por los ritmos urbanos con más clase. Con una artillería vocal e interpretativa que hace que se sienta a gusto con mil estilos diferentes. Porque aquí hay casi de todo. Mucho trap, pero también flamenco, electrónica, bolero, dream pop... Mil flores para un jardín multicolor y fragante, bueno, también pestilente en algún que otro momento.
Y es que si podemos catalogar cosas como "Chicken Teriyaki" o "Abcdefg" de experimentos, no se puede decir que salga airosa de los mismos, sobre todo de la segunda. No puedo decir que cosas como esas no molesten o que no lastren un disco que, si peca de algo, es de una dispersión que incide en que no puedas meterte en él de lleno. Tanto caleidoscopio, tanta heterodoxia, tanto pastiche no es lo que para mí puede cuajar un gran álbum. Que en los tiempos que vivimos no dejan de ser cosas que marcan el lenguaje urbano y la modernidad, lo acepto, pero no puedo evitarlo, si algo no me habla directo al corazón, no puedo creérmelo. Ahí está el gran defecto de Motomami. No en sus versos truncados, no en su escasez lírica, tampoco en una supuesta falta de autenticidad que Rosalía no ha reivindicado nunca. No es lo mejor que vas a oir en tu vida, pero créeme, lo que hace la de Sant Cugat sigue valiendo mucho la pena.
★★★☆☆
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