The Idiot (Iggy Pop, 1977)
POST-PUNK. Es curioso cómo funciona el cerebro humano. No sé por qué, pero al manosear este disco mientras suena de fondo, comienzo a establecer una serie de asociaciones bizarras. Lo primero que me viene a la mente es que esto es un álbum "negro", como los tonos de la portada. Para eso sirven los grandes artworks.
Y partiendo de esta idea básica enseguida lo pongo al lado de otros álbumes "negros" como Radio Ethiopia (Patti Smith, 1976) o Unknown Pleasures (Joy Division, 1979). Sin duda, otras dos obras maestras que emparedan este "debut", sin los Stooges, de la Iguana. ¿Inspiradora la primera? Quizás en los largos desarrollos que comparten... No lo sé... ¿Inspirada la segunda? Seguro que por el sonido macizo y deshilachado que tienen en común. Hay muchos otros álbumes que han intentado ser corazón de tinieblas, pero este es de los más intensos, de los más auténticos. También White Light/White Heat (The Velvet Underground, 1968) o casi Back in Black (AC/DC, 1980), pero en absoluto Metallica (Metallica, 1991).
Si al llegar a "Mass Production" tienes un nudo en la garganta, no te preocupes. Es lo más nomal después de treinta y pico minutos de rock hermético y asmático. Ya desde el funk acerado con el que arranca, "Sister Midnight", el de Detroit deja claras sus intenciones. Ritmos repetitivos para recitar sus mantras urbanos, guitarras que cortan como cuchillos de hielo y melodías viciadas y cerradas al vacío. Esta primera colaboración con el Bowie berlinés deja ver poco del Camaleón. O mucho. La casi luminosa "China Girl", prodigiosa, y la juguetona, "Baby". Bueno, esas dos y la enorme calidad que exuda toda la obra. Sin duda, marca de un genio inspirado que tuvo mucho que ver con el acabado.
No me extraña que este fuera el disco que sonaba cuando encontraron a Ian Curtis (Joy Division) colgando del techo. No es que sea un dato importante. Simplemente le suma puntos en términos de aura. Un concepto demasiado sobrevalorado, quizás, pero que resulta bastante sintomático si nos paramos a tasar la cualidad adictiva de una obra inigualable dispuesta a dejarte mala cara con toda su imperfección. Post-punk antes del punk. Así de visionario ha sido siempre la Iguana.
★★★★☆
La ayuda de Bowie no se limitó a producirle un disco a su amigo. Había mucho más detrás. De todos es sabido lo enganchado que estaba la Iguana en los últimos tiempos de The Stooges. No había duda de que necesitaba rehabilitarse en todos los aspectos, y el artístico podía ser clave para que saliera del hoyo.
El álbum con el que Iggy se presentaba en sociedad era, según él, un cruce entre James Brown y Kraftwerk. No puedo decir que se me ocurra una comparación mejor que esa para un disco que fue compuesto y casi tocado en más que buena parte por David Bowie. Eso es lo que la mayoría de fans le echan en cara a una obra que, por muy buena que fuera, no podía considerarse representativa del sonido que Iggy Pop estaba buscando.
Por todo eso este disco tiene tanto de esa decadencia berlinesa, medio electrónica, medio funkoide, medio krautrock, que tanto influyó en los álbumes del Camaleón en esta época. Y por eso, seguramente, el disco es tan jodidamente bueno y tan jodidamente adictivo.
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