Sabotage (Black Sabbath, 1975)
PROTO-METAL PROGRESIVO. Black Sabbath no estaban en su mejor momento personal durante la grabación de este álbum. Timados por su anterior manager, Patrick Meehan, se encontraban en plena batalla legal contra él durante las sesiones, llegando incluso a tener que atender llamadas de sus abogados y a firmar montañas de papeles relacionados con el caso encima de la mesa de mezclas. Sin duda no era la situación más apacible para gozar de la calma y la pausa necesarias para firmar un clásico.
Todo eso influyó en la tensión y la mala leche que rezuma el disco. También, y esto es un hecho, en la elección del título, el cual reflejaba cómo se sentía la banda en esos momentos. Saboteados, boicoteados, perseguidos y casi acorralados. Si a esto le unimos las voces que desde el álbum anterior los acusaban de blandos, es normal que saliera lo que salió. Un disco pedregoso, indigesto y con momentos de tremenda dureza.
En Sabotage sigue habiendo teclados y experimentación hacia terrenos más progresivos, como en Sabbath Bloody Sabbath (1973). Ese era un camino que no iban a abandonar. Lo que sorprende un poco más es ese giro hacia la contundencia de los riffs más metálicos y pesados, algunos de los cuales están entre los más duros que grabaran nunca. Destacaremos la apertura con "Hole in the Sky", puro blues rock setentero, y un "Symptom of the Universe" que alguien ha bautizado como la primera canción de thrash metal de la historia. No es de extrañar que esta última fuera versionada por Sepultura en un álbum tributo a los de Birmingham. Creo que ese detalle lo dice todo.
Por lo demás tampoco se puede decir que los Sabbath renuncien a su "progresión" aquí. Para bien o para mal, parecían tener muy claro que lo que hacían en sus comienzos estaba más que agotado. Por eso aquí siguen ahondando en un bucolismo no siempre bien entendido y una ampulosidad que los alejaba de una esencia que había sido realmente negra y brutal. Es lo peor que puedo decir del disco. No comprendo que se le regale la vitola de clásico con la alegría con la que se hace, pero sí que comparto esa impresión generalizada de que aquí se acaba toda la gloria que la banda derrochó con Ozzy en sus filas. Después vendrían un par de discos más que discretos y, tras la marcha del vocalista, la nada más absoluta. Por eso esto, con todas sus deficiencias, hay que disfrutarlo a tumba abierta.
★★★☆☆
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