Universo Pastora (Israel Fernández, 2018)
FLAMENCO. El manchego, la última esperanza del flamenco por derecho, se enfunda sus mejores galas para ser nombrado heredero de esta tradición milenaria. No tiene ningún problema con ello. Ni con eso ni con las comparaciones con Camarón, su ídolo junto a Pastora Pavón (La Niña de los Peines), a la que parece ir dedicado este disco.
Israel no necesita impersonarse en nadie, por mucho que admita que los dos gigantes mencionados son el espejo en el que se mira. Su cante tiene retazos de cosas antiguas y ese brillito contemporáneo que también ha hecho girar la cabeza a titanes de la modernidad como Rosalía o C Tangana, admiradores declarados del de Corral de Almaguer. Un brillito que, más que a su voz, se debe a detalles tales como los coros que añade en varias piezas como para restarles una seriedad que podría acabar pesándoles en demasía.
Será por esa mezcla inexplicable, pero lo cierto es que con este álbum todos los ojos están puestos en el cantaor. Un disco que no tiene nada de rompedor, cosa que puede ser lo más transgresor que nadie puede hacer en estos tiempos en los que manda el exabrupto y el sobresalto permanente. Fernández no parece interesado en esa algarada. Y que se conforme con regalarnos su verdad a base de entrañas y de esa dulzura infinita que transmiten sus cuerdas vocales me parece no solo valiente, sino el mayor acierto por su parte. Demasiados detalles como para no apreciar que aquí hay cantaor para rato.
La Niña de los Peines, Camarón... Casi nada los nombres que se le escapan por la boca al manchego cada vez que le preguntan. Y lo cierto es que hay mucho de ellos, aunque yo, por desconocimiento o simpleza, sobre todo veo mucho de José Monje Cruz.
Creo que no me dejo llevar por el más que razonable parecido físico, melena y vello facial incluidos. El gigante de San Fernando se me aparece en cuanto Israel abre la boca, pero sobre todo cuando une su voz a la de esos coros que salen aquí y allá y que me llevan a una época muy concreta del de la Isla.
Me refiero a esa última etapa suya que empezaría allá por mitad de los 80 con la edición del algo discutido pero elegante Te lo dice Camarón (1986). Sin ánimo quirúrgico ni enciclopédico, hay algo en la obra del cantaor manchego que me remite a esos momentos hace más de treinta años.
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