Pink Moon (Nick Drake, 1972)
FOLK BRITÁNICO. En solo dos noches, Nick Drake y su productor, John Wood, grabaron uno de los discos más influyentes de la historia del folk y el más querido por los seguidores del primero. Una obra maestra de la desnudez que exuda una sensibilidad y un amor tan palpables que parecen que se puedan tocar.
Antes de seguir debo admitir que no estoy entre los acólitos arrodillados ante el tercer y último disco de Nick Drake. Por mucho que lo aprecie, que lo hago, no puedo negar que prefiero los dos anteriores. Y eso que me toca bien dentro lo esquelético de su propuesta, la cual realza más si cabe las habilidades líricas e interpretativas de un Drake que aquí se muestra más que nunca al borde del precipicio.
Tampoco soy impermeable a unas letras que surgen de una lucha contra la depresión que estaba en pleno apogeo en la época. El hecho de que perdiera la batalla dos años después, con su trágica muerte por sobredosis de antidepresivos, no debe empañar sus pequeños triunfos cotidianos en los que seguro que también había alegrías y momentos de lucidez y epifanía.
No me cabe duda de que esta obra es el retrato más fiel posible del tormento por el que tanta gente tiene que pasar. Por eso es tan admirada. Por eso trasciende el calificativo de álbum a secas, para convertirse en redoma balsámica, diario secreto o receptáculo de lágrimas. Un disco que no puede explicarse solo por sus canciones, sino que necesita de una empatía muy particular. Un disco que hay que custodiar y proteger con nuestra vida porque es de esos pocos que pueden cambiárnosla para siempre.
★★★★☆
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