INDIE ROCK. Cuatro décadas de indie rock resuenan aquí pletóricas, con elegancia y sabiduría. De My Bloody Valentine a Jesus & Mary Chain y de Smashing Pumpkins a New Order, estos americanos saben lo que les gusta y saben hacerlo sonar. Si les falta personalidad y la voz es quizás demasiado plana, lo palian con pelotazos como "Heaven's Gonna Happen Now", "Heart in Your Heartbreak" y mi favoritísima, "My Terrible Friend". Soniquetes de ruido inmaculado para acompañarte de aquí a la eternidad. Lo que no quita que les falte algo, redondear la jugada.
Esa jugada que aquí les ha quedado más resultona que en su atractivo debut. Ahí eran simplemente los paladines de un sonido, los peones bajo el mando de seres superiores. Aquí no abandonan del todo ese humilde cargo, pero de alguna forma han afilado sus virtudes y las han resaltado para que resuenen vigorosas, dejando claro que lo que saben se lo saben muy bien, y lo que hacen lo hacen como nadie. El teclado de Peggy Wang-East suena vibrante como nunca, las voces empastan a la perfección y las distorsiones se han grabado con mucha más finura. Así importa mucho menos que esa canción nos suene a Teenage Fanclub o esa otra a My Bloody Valentine.
The Pains of Being Pure at Heart nunca van a inventar nada, pero tampoco van a pecar de simplones. Su nombre, con toda esa afectación, así lo anuncia, y sus dotes así lo confirman. Aquí se han superado y nos han vuelto a recordar lo mucho que se pueden disfrutar sus canciones. No es algo tan fácil de lograr. Gran disco.
★★★★☆
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