Pet Sounds (The Beach Boys, 1966)
POP BARROCO. "La Biblia del pop". Así de claro y así de tajante. Eso es este disco para millones de personas. Una obra maestra que para muchos es el mejor disco de la historia. Una obra que empezó con vocación imitadora merced a ese loco fanático de la música que siempre ha sido Brian Wilson, alma, cerebro y corazón de los Beach Boys. Una mímesis que las musas tornaron en obra referencial desde el mismo momento de su publicación.
Brian Wilson parecía tener una idea muy clara. Hacer un disco que pudiera acercarse a la maravilla pop de Rubber Soul (The Beatles, 1965). Los británicos habían hecho saltar la banca con un trabajo de estudio que hacía de ese álbum una novedad gigantesca. Wilson había tomado buena nota de las nuevas posibilidades que ofrecía el estudio de grabación y estaba decidido a utilizarlo como un instrumento más. A esto se unía su obsesión con The Ronettes y su "Be My Baby", por lo que contó con la colaboración del batería que tocó en dicho tema, el genial Hal Blaine.
No parece que el resto de los Beach Boys tuvieran claro hacia dónde los llevaba el bueno de Brian. Entre la duda y la incredulidad fueron siguiendo sus instrucciones a pesar de los más que evidentes signos de su enfermedad mental. Una locura bendita, sabemos ahora, que convirtió las sesiones en un infierno. Tampoco contribuyó a aligerarlas el inmenso trabajo de producción que exigía una obra tan detallista y gargantuesca. Todo valió la pena, eso lo tenemos claro hoy. Pet Sounds es un disco atemporal, a prueba de erosión. "Wouldn't It Be Nice", "I'm Waiting for the Day" o "Sloop John B" son tres de las mejores canciones de la historia, y "God Only Knows" uno de los momentos más hermosos que podremos encontrar en toda nuestra existencia.
Podría estar hablando de este álbum durante horas. No me canso. Podría ponérmelo diez veces al día y no me cansaría de él. Pet Sounds es lo más fresco que haya escuchado jamás. Un disco que surgió de una idea modesta, acercarse a otra obra que Wilson adoraba. El resultado, en cambio, fue muy diferente. No sólo superó al ya mencionado Rubber Soul, sino que Paul McCartney se enamoró de "God Only Knows" y la nombró la mejor canción que había escuchado nunca. Espoleados además por la osadía de los californianos, the Beatles trataron de igualar esta maravilla con la edición meses después de Revolver, otra joya en la que el estudio jugó un papel fundamental. No creo que consiguieran vencer en la disputa, pero está claro que esta competición posibilitó la creación de algunas de las obras maestras más impresionantes del pop.
De entre todas refulgirá por siempre Pet Sounds, el admirador que se convirtió en el admirado. Sin él no tendríamos un montón de clásicos que trataron de reflejarse en su potencia sanadora y desprejuiciada. No tendríamos ni el Loveless (My Bloody Valentine, 1991) ni el Merryweather Lost Pavillion (Animal Collective, 2007), clásicos contemporáneos trabajados a base de orfebrería sonora a imagen y semejanza de la gloria de los Beach Boys. Y por supuesto no debemos olvidar lo más importante, y es que sin este disco el mundo sería un lugar peor. Mucho peor.
Total: 35:01
El disco incluye, entre los ruidos que lo vertebran, delicatessen como bocinas de bicicleta, ruido de trenes, instrumentos hawaianos, latas de coca-cola o ladridos de perro. Detalles al azar para explicar siquiera en parte la locura experimentadora y el inmenso trabajo de ensamblaje que requirió Pet Sounds.
Y todo esto se realizó bajo la dirección férrea de un Brian Wilson que no estaba completamente en este mundo. Su estado mental lo tenía al borde del colapso. Un abismo que se había buscado él mismo por sus devaneos cada vez más intensos con el LSD. Uno de estos trips le llevó a afirmar que "había visto a Dios". En los días sucesivos sufrió episodios recurrentes de alucinación auditiva, cosa que le llevó a decir que el LSD había sido una influencia decisiva a la hora de escribir este disco.
Así, entre periodos de reclusión para desintoxicarse, la incomprensión de casi todos y peleas constantes con productores, directores de orquesta y compañeros de grupo, se fue gestando un disco que parece increíble que viniera rodeado de tanto desasosiego. Pero claro, ya sabemos que para crear una obra de arte no hay nada mejor que el caos y la hecatombe emocional.
Todo esto puede verse de manera cristalina en Love & Mercy (en la imagen), el biopic de Brian Wilson centrado en la creación de Pet Sounds, que dirigió Bill Pohlad en 2014.
"Pet Sounds was something that was absolutely different. Something I personally felt. That one album that was really more me than Mike Love and the surf records and all that, and 'Kokomo'. That's all their kind of stuff, you know?" (Brian Wilson)
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HOMENAJE. Cuando leí que iban a hacer este homenaje a uno de los discos de mi vida, no pude más que salivar ante la idea. Máxime ante la lluvia de artistazos que iban a meter sus manos en el proyecto. Cuando lo escuché, sin embargo, mis expectativas quedaron por los suelos.
Sé que es muy complicado encontrar ese equilibrio entre la reinvención y la devoción, encontrar la distancia perfecta entre recreación vacua y experimentación ególatra. Algo muy meritorio cuando se consigue y que aquí, en la mayoría de los casos, brilla por su ausencia. Especialmente sangrantes han sido para mí los casos de los Oldham Brothers y de Daniel Johnston. Los primeros han tratado de llevarse algo tan maravilloso como "Wouldn't It Be Nice" a su terreno, algo así como un folk-góspel en el que se pierde una melodía tan brillante que no llego a captar en casi ningún momento. El segundo, aunque está en la línea esperada de desafinaciones y caos, y aunque siempre ha sido devotísimo de Brian Wilson, una auténtica alma gemela, sencillamente no puede. En ningún momento se le ve capaz de seguir una melodía que suelta con un cansancio terminal. Ni siquiera puedo decir que eso le dé autenticidad a la interpretación ni nada de eso. Lo único que me provoca esa versión es tristeza.
A estas decepciones tendría que añadir la de un Vic Chesnutt irreconocible, el cual suelta su rendición de "You Still Believe in Me" entre glitches y electrónica distorsionada no dejando apreciar prácticamente nada de la belleza otoñal que siempre le da a sus interpretaciones. Son estas decepciones muy grandes, porque hablo de artistas a los que conozco y venero sin paliativos. Me podía esperar el desastre de cualquier otro. De hecho, a bastantes aquí no los conocía. Pero estos tres nombres... Casi consiguen que no escuche el disco por segunda vez.
Sin embargo, sí que le he dado más vueltas a esto. Y lo he hecho a la luz de lo estupendas que son las versiones de Centro-matic, Micah P. Hinson, Dayna Kurtz o The Wedding Present. Un dominio del folk y el rock de raíz que me ha sorprendido, pero que no habla más que maravillas de los orígenes de unas canciones que, por mucho que Brian las vistiera en el estudio, no dejan de venir de las raíces más profundas de la música tradicional de su país.
Con todos estos pros y todos estos muchísimos contras tengo que calificar a este homenaje como decepcionante. Ni siquiera puedo darle un aprobado que me pide por intenciones y por lo emotivo de algunas de estas rendiciones. No, el conjunto es flojo y en él no ha primado la devoción por un disco que está entre lo más grande que se haya hecho, no ya en la música, sino en el mismo arte. No es que podría, es que siquiera por decencia debería haber sido mucho mejor.
☆☆☆★★
1 Oldham Brothers - Wouldn't It Be Nice
2 Vic Chesnutt - You Still Believe in Me
3 Nobody & Mystic Chords of Memory with Farmer Dave - That's Not Me
✔ 4 Centro-matic - Don't Talk (Put Your Head on My Shoulder)
✔ 5 Micah P. Hinson - I'm Waiting for the Day
✔ 6 Antenna Shoes - Let's Go Away for a While
✔ 7 Dayna Kurtz - Sloop John B
8 Daniel Johnston - God Only Knows
9 Mazarin - I Know There's an Answer
10 Jody Wildgoose - Here Today
11 Patrick Wolf - I Just Wasn't Made for These Times
✔ 12 Architecture in Helsinki - Pet Sounds
✔ 13 The Wedding Present - Caroline No
Total: 43 min.
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