Experience (The Prodigy, 1992)
RAVE PUNK. El debut de The Prodigy volteó el mundo de la electrónica y más de una cabeza con una inyección de anabolizantes y éxtasis líquido como no se había escuchado hasta entonces. Las posibilidades del breakbeat se ensanchaban hasta el infinito con este festival de gemidos, teclados inflamados y ritmos tan reventados como espídicos.
Un disco, como podrán imaginar, fastuoso para el ravero de corazón, pero que difícilmente pescará nada en otras aguas. Su capacidad para impactar es directamente proporcional a su incapacidad para encontrar un público más transversal. Que ese es un pecado menor cuando hablamos de este estilo de música, lo comprendo. Que no haya manera de que me pueda meter en el disco, debería ser también comprensible, siendo yo, como ya he voceado a los cuatro vientos, más bien neófito (casi alérgico) en esto de la tecnología punta aplicada a la música.
Y no crean que por ello dejo de apreciar las muchas virtudes de un disco frenético, imparable y absolutamente avasallador. Virtudes que pueden acabar siendo auténticos problemas para la gente de bien, pero que no son algo que achacar a un álbum que sí que se va desinflando conforme pasan los minutos para acabar pidiendo la hora. Que sí, que el que se cansa soy yo en realidad, ya lo sé, pero algo de culpa tendrán Liam Howlett y los suyos, ¿no? No, ya lo sé, tengo que esforzarme un poco más.
Y dicho todo esto, a ver quién es el guapo que se traga el debut de Prodigy de una sentada.
★★☆☆☆
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