PROTOFLAMENCO. El término experimental es algo que Tomás de Perrate se resiste a utilizar para describir su música. No, aquí no hay experimento alguno. Esto es protoflamenco, ha dicho en alguna entrevista por ahí. Y tiene razón. Para encontrar su voz en medio de la multitud, se ha ido a las raíces más profundas, a cantes desconocidos y antiquísimos, ha adaptado músicas de otras culturas a su arte o se ha ido directo a Sudamérica para traer de allí unos cantes de ida y vuelta que en su voz parecen que se hubieran quedado en ultramar para siempre.
A todo esto hay que añadirle su jugueteo con el dadaísmo en esa "Los fonemas", que viene de años en los que la ha ido "cantando" en sus espectáculos mientras añadía, quitaba y reformaba hasta lo que podría ser, pero no será, su forma definitiva. Chaconas, folías, seguidillas mitológicas, romances carolingios... Vale, hay tradición sefardí aquí, música clásica, cantes arcaicos y crípticos... Protoflamenco si se empeña el maestro, pero ¿de verdad no hay ni un poquito de experimentación en toda esta labor arqueológica?
En mi humilde opinión, Perrate ha ido tan atrás, tan profundo, que al final su búsqueda de la raíz última del cante suena, sabe y huele a experimento. Porque también en eso consiste la experimentación. En mezclar, ahondar y sacar a la luz lo que pocos conocían. Por eso este disco es tan valioso y tan importante en tiempos de superficialidad, acomodo y sota, caballo y rey. Que suena incómodo en algunos momentos, por supuesto. Que a veces no hay quién lo entienda, claro que sí. Que el disco no es ninguna fiesta, eso es indudable. Pero eso no quita que su negrura sea pertinente y necesaria como el agua que bebemos. Aún más ahora con todo lo que está cayendo.
No es, sin embargo, este un álbum pesimista ni oscuro hasta el tuétano. Su tono funerario está más que matizado por los melismas de lo atávico y lo ancestral. Lo que quiero decir es que no trata de revolcarse en lo fúnebre, sino que es una negrura que viene de siglos y siglos de conocimiento, de meterse más y más adentro en la mina de la tradición. Y eso, bien lo sabemos, implica hablar de muerte y dolor, pero también de amor, hermanamiento y todas las inquietudes que han movido a la raza humana. Por eso este disco es tan inmenso. Porque por mucho que no consiga ni la mitad de lo que pretende alcanzar, su propósito es tan vasto, tan ambicioso y tan universal, que lo poco que nos muestra es muchísimo más que lo que pueda enseñarnos cualquier otro.
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