ROCK PROGRESIVO. "Lenguas de alondra en áspic". A cada cual le podrá sonar este plato a auténtica delicatessen o a pretenciosidad incomible. Lo cierto es que, excentricidad culinaria existente o no, invención más o menos afortunada por parte del percusionista Jamie Muir, a mí me resulta un título evocador y bastante atinado para la astracanada brutal que se sacan de la manga Robert Fripp y los suyos en su quinto álbum, uno de los más importantes de toda su carrera.
En este álbum nos encontramos los tics más típicos de King Crimson, esos ritmos truncados y casi imposibles, esas vertebraciones mastodónticas y aplastantes, esos remansos de belleza casi etérea. Todo un juego imposible en el que manda lo cerebral sobre lo sentimental, pero que acaba conmoviendo y conmocionando como solo ellos saben hacerlo. La música clásica del Este de Europa y la improvisación mandan aquí de manera capital, así como unos interludios que yo llamaría "no música", en los que solo percibimos vibraciones y algún tintineo perdido. Momentos pensados para acotar o secuenciar a esta obra y que creo que, como pasa en algún momento de In the Court of the Crimson King (1969), acaban ensuciándola más que enriqueciéndola.
¿Lo suficiente como para hundirla? Una vez más, no. Los londinenses saben demasiado bien hasta dónde pueden llegar y hasta dónde pueden estirar la paciencia de sus dedicados oyentes. A pesar de esos pequeños desiertos auditivos que meten por doquier, el disco se rehace una y otra vez, retumba, se desboca y nos acaricia en una combinación salvaje y de una precisión diabólica. Será por eso que tasa tan alto entre los seguidores más acérrimos. Y será por eso que ha vencido toda mi resistencia inicial para situarse en el altar que reservo a las obras realmente importantes.
★★★★☆
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