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ROCK DE ALCANTARILLA. El segundo disco de la Trapera estaba maldito desde su misma concepción. Con la banda en una auténtica montaña rusa de excesos, con un Morfi Grei más preocupado por su personaje que cualquier otra cosa y con una dirección desastrosa por parte de sus managers, esta obra, grabada en 1982, se quedó encerrada bajo siete llaves ante la desidia de unos, el hastío de otros y el horror de la discográfica.
Se cuenta que Grei mandó a tomar por culo a los de CBS cuando estos le pidieron que educara su voz con clases de canto. También que las peticiones de este y uno de sus managers, las cuales incluían coches de lujo, pipas para el material del grupo y dinero extra para ropa, fueron demasiado para una discográfica que estaba hasta las narices de una banda totalmente ingobernable. Eso y las tensiones internas entre los tres pilares de la banda, Morfi Grei, Tío Modes y Raf Pulido, acabaron disolviendo el grupo antes de que se pudieran siquiera plantear otra salida para un álbum que ya estaba grabado y con la portada preparada.
Ahí quedó el disco, olvidado en un cajón, hasta que Divucsa, siguiendo a la reedición de su primer álbum en 1992, y ante el éxito de ventas de esta, se decidió a rescatarlo para darlo a conocer a un público nuevamente ávido de material nuevo de la Trapera. Y no decepcionó. A pesar de no contar con el elemento contestatario de su estreno, centrándose en letras que giraban alrededor de las adicciones que corroían al grupo hasta la raíz, y muy a pesar de una producción absolutamente infame, el segundo disco de los de Cornellà mantiene intacto el filo de una banda que sigue sonando navajera y absolutamente espeluznante en todos los sentidos del término.
Es cierto que las dos últimas canciones creo que no hacen justicia al resto, pero también hay que reconocer que temas como "Monopatín", "No me mola tu pistola", "Misógino" o "A mi dosis" se pueden contar entre los clásicos más incontestables del grupo. Temas con un veneno y una electricidad mórbida que hacen que no importe lo más mínimo que hayan limado un radicalismo que tampoco es que haya desaparecido, sino que se ha convertido en algo más sutil y casi diría que más oscuro. Podéis llamarlo obsesión, pero yo prefiero calificarlo como un cuelgue infinito del que no quiero salir.
★★★★☆
A1 El saco ✔
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