martes, 1 de junio de 2010

El bardo cósmico

Con su hijo Jeff podría haber alguna duda. Con él no. No hay (o no debería haber) nadie capaz de sugerir que la muerte prematura de Tim Buckley ha impulsado su fama de alguna forma. La manera tan despiadada y amorosa a la vez con la que abordó todo lo que hacía queda reflejada con una viveza tal en sus grabaciones que el escucharlas supone toda una revelación y una entrega casi inmediata al arte y la voz del norteamericano.

El problema con Tim Buckley puede venir por lo que el oyente puede esperar de antemano. Cuando se le cataloga de cantautor y se le ve en fotos con su melenaza y su acústica en ristre, digamos que viene a la mente un tipo de música muy determinado. Nada más lejos de la realidad. Lo suyo nunca fue el folk puro y duro. Tiraba más bien para el jazz y si me apuran la contemporánea. Al principio ofreció algo parecido al folk-pop en el que su voz torrencial no acababa de sentirse cómoda. Con los discos fue explorando terrenos escarpados y desagradecidos y empezó a aventar su adoración por el jazz de John Coltrane o por el núcleo duro de la música contemporánea y experimental. Todo, como ya hemos sugerido, al servicio de su voz, un instrumento de poder infinito con un rango ultraterreno. Todo un druida del rock que hacía de su garganta una constelación plagada de octavas en lugar de estrellas. Y con una sensibilidad única.

Murió de sobredosis de heroína en 1975 con 28 años, dos hijos y nueve discos.

3 BÁSICOS

Goodbye and Hello (67) ****

El segundo disco fue el más equilibrado al compensar su lado pop con el experimental que reventaría en obras como Lorca (70) o el brutal Starsailor (70). Canciones dulces pero duras con alguna que otra estructura heterodoxa. De lo mejor que hiciera.

Una copla: "Goodbye and Hello"

Happy Sad (69) ***1/2

El lugar de este disco tal vez debería ocuparlo por nota el directo Dream Letter: Live in London 1968 (90). Me parece más disfrutable que este compendio de jazz de cámara sutil y largo como la sombra de un árbol antiguo. Un auténtico arrebato de sutileza que se erige en una isla en su discografía porque el experimento que propone todavía entra a la primera. Y todo a pesar de la duración monstrenca de las piezas.

Una copla: "Dream Letter"

Starsailor (70) *****

La barbarie. Lo más cerca que pudo estar de su concepto de "voz como instrumento". Aquí el cantante berrea, gime, chilla como un pájaro aireando el espectro casi ilimitado de su voz. Nada parece poder escapar a su poder. Máxime si la rodea de una instrumentación cuando menos, rarita. Free jazz, folk huesudo y voces del más allá para convocar a los espíritus a un aquelarre del que nadie puede salir indemne. Muy fuerte.

Una copla: "Song to the Siren"

La mejor canción

Tal vez pueda parecer pequeña ante la enormidad de lo que contiene Starsailor (70) o ante tours de force sonoros del tamaño de "Lorca", pero me quedo con lo íntimo y lo evocador de una tonada para la eternidad: "Phantasmagoria in Two".

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