sábado, 16 de abril de 2011
Lo llaman DUENDE
Pixies siempre mantuvieron su misma formación, algo extraño en el proceloso y árido mundo de la música. Claro que todo se explica porque al fin y al cabo solo grabaron cuatro discos largos. Y no pretendo quitarles el mérito, porque ¡vaya cuatro discos! Estos bostonianos, banda favorita entre favoritas, inyectaron savia nueva en el rock de finales de los 80. Con su actitud única impulsaron (o quizás crearon) eso que se vino en llamar rock independiente. Con su sonido ayudaron a definirlo. Y con sus letras, soflamas bastardas o caprichos jocosos, incrementaron su aura y su misterio. También importaba el envoltorio y no me gustaría dejar de mencionar ese grafismo tan personal del que se rodeaban en sus portadas, sus libretos y sus posters. Una seña de identidad, otra más, que demostraba su compromiso con el arte.
De todas formas lo que más destaca de los Pixies es su sonido, un animal salvaje difícil de capturar. Definirlo es imposible sin recurrir a ese duelo de opuestos que no por manido deja de ser certero. Se valieron de melodías ruidosas, de guitarras imposibles hasta entonces y de ritmos truncados para crear una suerte de pop obtuso, visceral, instintivo y visionario con materiales limitados. Destacar la aportación de cualquiera de sus miembros sería injusto. Es cierto que la guitarra de Joey Santiago tiene su lugar especial en la creación de este sonido. No lo es menos que no serían nada sin la propulsión magnífica de la batería de David Lovering o el bajo de Kim Deal. Y tampoco deberíamos olvidar la lírica y voz de Black Francis, tan personales como irrepetibles. Este último era el líder, pero los Pixies siempre han sido más que la suma de sus partes. La prueba está en la errática carrera de Francis tras la disolución del grupo en 1993. No fue una separación amistosa. Volvieron en 2004 para una serie de conciertos. Y es contradictorio porque la nostalgia nunca debería casar con un grupo que siempre se mantendrá joven gracias a estas canciones tan vivas y coleantes como un barril lleno de serpientes. Se les tiene una reverencia religiosa. Y creo que la merecen.
3 básicos
Surfer Rosa (88) ****1/2
Su estreno en largo ya ofrece desde el segundo 0 ("Bone Machine") el estilo que iban a reventar en sus futuros trabajos con ese bajo tan característico y esa guitarra cortante. Un disco rebosante de ideas irreverentes y soltadas con la seguridad, la urgencia y la inocencia que da la juventud. Rock alternativo de raíces retorcidas que aspiraba a la eternidad. Lo mejor es no pensar... Actuar.
Una copla: "Where Is My Mind"
Doolittle (89) *****
Su obra definitiva. La obra maestra de los Pixies todavía conservaba ese sonido sucio y agresivo que discutía constantemente con una melodía presente aunque no siempre clara. Bombazos del calibre de "Debaser", "Wave of Mutilation", "Here Comes My Man", "Hey", "Monkey Gone to Heaven" o "Gouge Away" se iban a instalar para siempre en su repertorio y en la memoria colectiva de toda una generación.
Una copla: "Hey"
Bossanova (90) ****
Depuran el sonido pero sin perder fuerza en un disco más hecho y con un brillo pop más que notable. Variedad estilística que pierde solo en una cosa. No contiene los himnos infalibles de sus dos hermanos mayores. No hay problema. "Velouria", "Cecilia Ann", "Rock Music", "Allison" o "Havalina" pueden arreglarle el día a cualquiera.
Una copla: "Cecilia Ann"
Su mejor canción
"Holiday Song" puede que no sea la canción más recordada de los Pixies. Puede que no tenga el carácter de himno de tantas otras pero me maravilla cómo, tantos años después, sigue emocionando como el primer día con ese lick de guitarra tan maravilloso y esa energía punk que te arrasa. Y en dos minutejos. Estaba en su ep de debut Come On Pilgrim (87) y llega a través del tiempo para quedarse con nosotros (y nuestros hijos).
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