THRASH METAL. El reinado de sangre de Slayer pasa por ser una joya musical de quilates y enjundia muy por encima del campo limitado del metal. En su tercer disco largo, lo cual es un decir con sus escasos 30 minutos, el combo californiano ofrece una dosis extrema de violencia, sangre y poder metálico para facturar una obra maestra que traspasa géneros y edades, y se instala definitivamente como uno de los mayores tratados de música heavy y una de las obras clave para entender el ruido y las pasiones primitivas y atávicas que este arte puede desatar.
El thrash metal más o menos ortodoxo de los inicios de la banda cobra aquí un estatus legendario merced a un alud instrumental apabullante donde la batería de ese titán llamado Dave Lombardo es más que nunca una apisonadora (véase ese inicio con "Angel of Death"), la voz impía de Tom Araya se muestra elástica y ruín como nunca hasta entonces, y las guitarras entrópicas y brutales de Kerry King y Jeff Hanneman coquetean con el noise, el caos y una suerte de free jazz que muchos llamarán de pacotilla pero que ahí está. Y no es esta la única virtud de un disco que noquea por su discurso encendido y fluido en una continua alabanza de la violencia y las simas más abyectas de la conciencia humana. Un sinsentido pútrido en el que se hace doloroso asomarse e insoportable sumergirse. Los ritmos marciales se suceden sin descanso, las pausas son instantes de aliento mínimos y perfectamente distribuidos y las dosis de acción, semicalma y salvajismo se suceden en un collage sangriento y apabullante.
Black Sabbath marcaron una senda que bandas como Slayer pretendían explorar y ensanchar con su estilo sin prisioneros. En Reign In Blood todo se conjura para erigirse en obra capital. La misma portada, con esa iconografía incómoda que hace más que rozar lo herético, solo aumenta el atractivo de lo que podemos encontrar en su interior. Siempre va a pasar lo mismo con estas cosas. El triunfo no se busca, se encuentra. Sobre todo cuando se llega a ese punto justo en el que la expresión logra conectar con unos cientos de miles de almas atormentadas que ven reflejada su vida interior en un puñado de canciones. Un puñado como el rosario de rubíes que erupciona en este trabajo volcánico y avasallador. Uno de mis discos favoritos, aunque no le haya hecho justicia con mis palabras. Compréndanlo. No se puede.
Total: 28:00
Parece que la corta duración del álbum, que tiene más que ver con el punk que con el metal, se debe a que al escuchar los discos de Metallica o Megadeth del momento notaron que les cansaba el repetir los riffs hasta la saciedad. No fue algo buscado, según Jeff Hanneman. El otro guitarrista, Kerry King, afirma que buscaban otra aproximación. Recortar las canciones supuso el hallazgo de un disco más intenso y directo.
La velocidad se puede medir y en este disco la media estaría en los 210 golpes por minuto.
La banda recibió críticas encendidas por "Angel of Death", canción que se refiere a Mengele y sus experimentos en Auschwitz. Se les achaca que no critiquen las acciones del doctor nazi ni las condenen. Una neutralidad peligrosa que Hanneman justifica diciendo: "no puse nada en la letra que dijera que era un hombre malvado porque para mí ¿no es algo obvio? ¿es que tengo que decírtelo?"
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