viernes, 12 de septiembre de 2014

Working class hero

Si hay un artista representativo de la idiosincrasia norteamericana de los últimos 30 años, ese es Bruce Springsteen. El Jefe es el favorito de la afición porque da al pueblo lo que pide. Sudor, mística urbana, orgullo obrero y la euforia de la sangre. Y es el favorito para sus compatriotas por encima incluso de Bob Dylan. Bruce lleva desde los primeros 70 golpeando con su verdad y se le quiere porque los demás simplemente no nos representan.


Impactado por The Beatles y Elvis vio satisfecha su ansia cuando su madre le regaló su primera guitarra cuando él tenía 13 años. Unos 18 $ muy bien gastados como se puede comprobar. Empezó a foguearse a finales de los sesenta en diversos grupos sin aspiraciones hasta que firmó con Columbia Records en 1972. Ahí empezaría realmente su carrera hacia el estrellato. Un estrellato que alcanzó de una forma vertiginosa a pesar de que su estilo inicial era más bien pacato y falto de brío. En las grabaciones pirata que glosan estos años se nos presenta como uno más de los cientos de cantautores adocenados que trataban sin éxito de seguir la estela de Dylan.

En su debut discográfico Greetings from Asbury Park, N.J. (1973) ya empezaba a mostrar unas dotes notables bien sustentadas en su escritura, aunque todavía se le veía dubitativo y falto de la voz propia que encontraría poco tiempo después. Ya en el segundo disco, con una banda de acompañamiento mucho más protagonista, el giro fue monumental, pero nada si lo comparamos con la explosión de Born to Run (1975), su primera y posiblemente mejor obra maestra. La banda que lo acompañaba, y que ahora conocemos como la E Street Band, se iba haciendo más y más fuerte disco a disco y concierto a concierto hasta convertirse en un mito a la altura del mismo Boss. Se puede decir que aquí el de New Jersey empezó a rugir.

Su éxito fue acrecentándose hasta alcanzar su cénit durante la década de los 80. Esta puede ser considerada la etapa dorada de Springsteen. No sólo continuó facturando joyas imperecederas como The River (1980), Born to Run (1984) o el incomparable Nebraska (1982), sino que consiguió amasar un grupo de seguidores gargantuesco y fanático merced también a unos conciertos torrenciales y maratonianos.

La década de los 90 fue, siendo generosos, de transición. Aunque el Boss siempre ha mantenido unos niveles de ventas y popularidad ingentes con pocos bajones, la producción de discos se redujo y la calidad también se resintió. Sus fans de toda la vida nunca lo han abandonado, aunque sí que es verdad que pasó algo más desapercibido hasta que volvió por sus fueros con The Rising (2002). Con este disco inspirado por la tragedia del 11S volvió a la primera línea, aunque para mí es un disco formuláico y tópico con muy poco que echarse a la boca, y que debió su éxito a la maquinaria promocional más que a otra cosa. Lo bueno es que volvieron los conciertos interminables, los puños en alto, el sudor y la pasión de sus inicios. Algo que ha ido exhibiendo en cada ciudad por la que se deja caer. Aún hoy por donde pasa la E Street Band no vuelve a crecer la hierba, y eso es una noticia más que buena.

Si Bruce será capaz de entregar una nueva obra de arte es algo discutible viendo el nivel de sus últimas entregas (con sus brillantes excepciones, por supuesto). Si le hace falta hacerlo es algo también difícil de afirmar. Su repertorio es tan insondable, hay tanta calidad entre la que escoger. No sé si habrá nadie que pueda igualar ese cancionero. Ni Bob Dylan, con el que ya nadie le compara, ni The Beatles aunque sea por cantidad. Haga lo que haga siempre tendrá el beneplácito de unos cuantos millones de personas y aunque no sea amigo de los cheques en blanco, tengo que decir que se lo ha ganado. Con creces.

3 básicos

Born to Run ***** (1975). Todavía su mejor disco. Torrencial, carnoso, con una banda engrasada, enérgica, lírica y apabullante. Con unas letras impagables porque son historias serias, cotidianas, de una autenticidad que raya en lo obsceno. Y con un repertorio inigualable: "Thunder Road", "Born to Run", "Tenth Avenue Freeze Out" o la epopeya de "Jungleland". Nunca han faltado en sus conciertos y nunca lo harán.

 Darkness on the Edge of Town ****1/2 (1978). Tres años hubo que esperar porque Springsteen lo dio todo en el anterior. Por supuesto la espera mereció la pena ante esta joya que no hace más que revalorizarse con los años y que cuenta con un rosario de canciones que pueden aguantar sin problemas con las arriba mencionadas. "Badlands", "Racing in the Street", "The Promised Land", "Streets of Fire", la canción titular... Para no parar.

Nebraska ***** (1982). Otra obra magistral del de New Jersey. Diferente a todo lo que haya hecho por ser totalmente acústica por un lance del destino. Bruce grabó las demos por su cuenta y a pesar de que estaban pensadas para ser arregladas por su banda decidió dejarlas tal y como estaban. Todo un canto al valor de lo simple por encima de complicaciones muchas veces innecesarias. Al menos aquí, seguro. Tan dulce, tan negro.

Una copla

Siempre pasa lo mismo. Hay decenas pero si hay que elegir una que sea "Thunder Road", el epítome de lo que ha sido el Boss. Un juego de dinámicas poderosísimo donde combina un medio tiempo con la apariencia de una balada, unos devaneos instrumentales y unos arreglos antológicos y una letra a la altura de la interpretación vocal. Sentida, desgarrada, melancólica. Un pepinazo histórico.




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