viernes, 14 de agosto de 2015

Tormenta cósmica

 
The Piper at the Gates of Dawn (Pink Floyd, 1967)

 

PSICODELIA FREAK. El estreno del supercombo de Cambridge es una isla en su discografía. Un caleidoscopio psicodélico que se incendia y se consume para no dejar rastro ni descendencia. No en vano fue el único disco de Pink Floyd en el que el duende esquizofrénico de Syd Barrett iba a dirigir a tiempo completo. Un momento maravilloso y efímero. Por desgracia nunca sabremos qué rumbo habría cogido el grupo de haber continuado Barrett en él.

En esta obra maestra se aprecia claramente el dominio absoluto de nuestro desequilibrado amigo. En su guitarra y sus quiebros vocales, este Jimi Hendrix lisérgico, dirige sus pasos hacia terrenos esquizoides no exentos de una brillantez melódica apabullante. "Lucifer Sam", "Matilda Mother", "Flaming", "The Gnome" o "Bike" son joyitas de pop psicodélico de un valor incalculable. Triunfan en nuestro subconsciente y siempre lo harán merced a unas melodías saturadas de azúcar y visiones psicotrópicas enmarcadas en armazones unas veces sólidos y otras volátiles como el polvo de estrellas.

En estos momentos iniciáticos el grupo estaba experimentando con un sonido innovador y de alta toxicidad que claramente no pudieron acabar de digerir. Barrett abandonaría la nave y en el siguiente disco su participación sería puramente testimonial. Y el resto intentaron seguir la senda marcada por esta obra imposible en futuros intentos, aunque la fórmula se diluiría demasiado pronto en el océano de ideas que inundó al grupo con la entrada del más ortodoxo David Gilmour. Lo que más perduró en la banda fue el eco de los temas más densos y duros de este disco. Epopeyas cósmicas alucinógenas del calado de "Astronomy Domine", "Pow R. Toc H." o "Interstellar Overdrive". Su rastro siguió fresco en buena parte de la obra que siguió aunque la fiera había perdido ya casi todo su salvajismo.

Esto es lo grandioso y lo triste de un disco único. Un testamento candoroso y sulfúrico, la única obra en la que podemos recrearnos en la acidez eléctrica de Syd. Después crearía un puñado de joyas en solitario, aunque con un perfil principalmente acústico. Solo en estas canciones podemos disfrutarlo enchufado al fluido espacial que le sirvió de inspiración y acabó siendo su condena. Dulce condena.

★★★★★

A1 Astronomy Dominé
A2 Lucifer Sam
A3 Matilda Mother
A4 Flaming
A5 Pow R. Toc H.
A6 Take Up Thy Stethoscope and Walk
B1 Interstellar Overdrive
B2 The Gnome
B3 Chapter 24
B4 The Scarecrow
B5 Bike
 
Total: 42 min. 

El álbum tomó su título del séptimo capítulo del libro The Wind in the Willows de Kenneth Graham, una novela para niños. Ese piper se refiere concretamente al dios Pan. Una elección maravillosa que refleja tanto los intereses literarios del grupo como el tono jocoso y travieso de buena parte de esta música.

Parece que a Barrett le gustaba hacerse llamar Piper, por lo que se vería como la personificación del dios Pan. De hecho en la canción "Shine On You Crazy Diamond" de 1975, que el grupo dedicó a Syd, lo llaman así.

Syd Barrett dejaría la banda en abril de 1968, víctima de un cóctel explosivo compuesto por traumas infantiles y adicción severa al LSD. Todo esto fue la bomba que reventó su frágil estabilidad psíquica y emocional. Con Pink Floyd solo grabó cuatro singles y este LP y colaboró sutilmente en A Saucerful of Secrets (1968).

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