En esta obra Sabina respira como Sabina y canta como Sabina. Bueno, más que cantar, cuenta, y lo hace como nunca, porque este disco es uno de esos pocos que merecen ser escuchados por lo que narran. En su colección de historias hay espacio para lo crepuscular, el ajuste de cuentas, los ritos del amor y el desamor y alguna que otra memez, seamos inquisidores. No se me ocurre sustantivo mejor para describir algo como "Como te digo una 'co' te digo la 'o'". Puede que sea inteligente y curiosa, y como ejercicio de estilo es magistral, pero soportar ese recitado sobre base chunda-chunda durante más de ocho minutos, no lo veo justificable.
Solo es un detalle, que aunque feo, no consigue tapar la potencia de unos versos en los que Sabina aspira a dejar pátina en una escena, lo sabemos, demasiado analfabeta. Lo tenía fácil, por tanto, pero no restemos méritos a este ejercicio de liberación. Aunque tampoco sea perfecto. Arrastra los numerosos tics que el de Úbeda ha ido cargando en su saco durante años. No todo lo que cuenta es igual de importante ni igual de atinado ni igual de ferozmente hermoso. Pero decidir no embadurnarlo de brillantina se demuestra todo un triunfo.
No veo este disco como una obra de acabado cuidado y lujoso. Más bien es un ensamblaje tosco y brutal donde la voz no intenta ser melódica, sino rota y raída como un trapo viejo. Es un armazón rudimentario donde los arreglos y la melodía no tratan de superarse, sino que se complementan de manera sencilla y sin pretensiones. Puede que no sea lo que el oyente casual prefiera, aun contando con el pelotazo de la canción titular. No lo sé. Solo sé que es el único disco de Sabina que necesito, pero eso sí, ¡cómo lo necesito!
Buenos Aires habita el corazón de este disco como una maldición. Su grandeza y su desborde está en la duración de las canciones, en la grabación realizada en Argentina y en la ruptura sentimental con una chica del país del cono sur, tema recurrente que embadurna el álbum en su conjunto.
No es el único lugar que puebla un disco caleidoscópico y multicultural, con Sudamérica algo más que en el corazón. Canciones escritas en Madrid y La Habana, la intervención estelar de Chavela Vargas... Demasiados detalles que rubrican esa máxima que se dice en la ciudad porteña. Y es que hay que reconocerlo, "Buenos Aires ama a Sabina y Sabina ama Buenos Aires". Por los siglos de los siglos.
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