Avalancha (Héroes del Silencio, 1995)
MELODRAMA. Con Avalancha llegó el final para Héroes del Silencio. Todavía tendrían tiempo para despedirse con una gira gloriosa que plasmarían en un doble en directo, pero su quinto disco supuso la despedida en el estudio, la última colección de canciones nuevas en un momento de gloria en el que pocos esperaban tal desenlace.
No se aprecia agotamiento en su último zarpazo. Al contrario, la tuerca se aprieta hacia el lado de la dureza en una entrega indisimulada al rock duro con el que siempre habían coqueteado. La producción de Bob Ezrin, alabada hasta la extenuación, es la guinda a la finura sónica a la que se mantenían abonados desde Senderos de Traición (1990). El complemento ideal para aumentar el impacto de nuevos clásicos para su repertorio como "Iberia sumergida", "Deshacer el mundo", "La chispa adecuada" o el coreable tema titular.
¿Maravilla por tanto? No. Más bien un refinamiento de sus mejores trucos, que también son los culpables del rechazo que causan, que no es poco. Con la perspectiva del tiempo, encuentro bien poco de la emoción que me inocularon y este disco no es una excepción, por mucho que siga teniendo fuerza, que la tiene. Siempre me gustó la intro con la que te sacuden en "Días de borrasca" pero ahora no lo veo excusa suficiente para sus seis minutazos y medio. Lo de "Iberia sumergida" y "Deshacer el mundo" puede pasar, así como la síncopa zeppeliniana de "Rueda, fortuna!" o la delicadeza de "En brazos de la fiebre". "Parasiempre" cumple con holgura y "Opio" me resulta indiferente. Lo que no soporto es el puño en alto de "Avalancha" ni la tontería de "La chispa adecuada".
Una despedida que entiendo que satisfaga al seguidor de pro, ya digo que lo tiene todo para encandilar. Para mí no deja de ser un disco más de Héroes del Silencio, nada de lo que estar demasiado orgulloso. Ni el peor ni el mejor. Sólo el último estertor de un grupo que, eso lo admito, prefirió parar antes de reventar. Podían haber seguido amasando fama y millones sin problema. Tenían el truco absolutamente perfeccionado para seguir repitiéndolo ad finitum y tenían la base fanática a la que entregarse durante décadas. Ahora veo claro que hicieron bien en dejarlo aquí, aunque los motivos no fueran artísticos sino que simplemente no se soportaban. Así, lo pretendieran o no, lo poco o mucho que significaron para cada uno quedó intacto. Parasiempre.
★★★☆☆
Este disco siempre lo asociaré al fuego. Por el sonido, por el ardor de muchos de sus temas, por la hoguera que arde en la galleta del CD... Y esto último, asociado a la foto de esa casita en medio de la nieve, posiblemente ese Hospital de Benasque en los Pirineos, donde se recluyeron para grabar las demos, sugiere intimidad, recogimiento y unión.
Cosas, todas estas, reforzadas por la inclusión de Alan Boguslavsky, hasta entonces guitarrista de acompañamiento para el directo, como miembro de pleno derecho. Una membresía que disfrutaría poco tiempo, ya que todo este espíritu hogareño, todo este bucolismo, estallarían en mil pedazos con una disolución traumática y totalmente inesperada.
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