En el primer CD se anuncia a priori lo más sabroso del lote con esas versiones en directo de sus clásicos más conocidos. Finalmente, y no me sorprende, no es así. El sonido general de los tres CDs es bastante aceptable, pero no nos engañemos, versiones en directo de "Purple Haze" o "Little Wing" podemos encontrarlas en millones de discos, algunos de ellos oficiales, con un sonido mucho mejor.
No, el interés de esta colección radica, creo yo, en las piezas raras, la mayoría de ellas instrumentales o casi, en las que podemos deleitarnos con el Hendrix más explosivo, funk o soul (véanse esas que parecen sacadas de su famosa etapa como guitarrista de acompañamiento). Destacaría el tercer volumen donde podemos disfrutar de un Hendrix con muchos más matices. Sé que la carnaza parece estar en ese puñadito de jams en las que un tal Jim Morrison se atreve a aparecer. Pues por desgracia es solo un cebo para turistas ingenuos, porque lo que hace Jimi en esas piezas no es particularmente interesante, más bien un puro caos informe, y lo que hace Morrison no tiene nombre. Oirlo berrear borracho perdido puede resultar morboso, pero no va más allá de eso.
Un disco solo apto para fans del guitarrista en nivel avanzado. Una obra que requiere de una paciencia infinita, porque es fácil desesperarse y sentirse atrapado, en el mal sentido, por la maraña de estas jams interminables. Hay detalles más que interesantes, pero también es cierto que encontrarlos supone un esfuerzo extenuante. No es algo que recomendaría a cualquiera.
En 1968 Jimi Hendrix se encontraron en el escenario del Scene Club de Nueva York. Una colaboración que a priori se podría calificar de auténtico encuentro en la cumbre, pero que en realidad fue algo aberrante y absolutamente infumable, con un Morrison borracho y absolutamente ido y un Hendrix que, bueno, había conocido mejores momentos.
Las dos canciones que el líder de The Doors "cantó", por llamarlo así, se mantuvieron ocultas y a buen recaudo en unas cintas que Hendrix guardaba en su casa, imaginamos que con la intención de que jamás vieran la luz. Hasta que tras su muerte dichas cintas fueron robadas y convenientemente aireadas para gozo y horror de sus fans. Siempre lo he dicho: la curiosidad mató al gato. Y siempre hay cosas que es mejor no saber.
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