DISCO/FUNK. Bowie se tiñe de rubio pollo y se lanza a tumba abierta a la conquista de las discotecas. Para ello se alía nada más y nada menos que con Nile Rodgers, miembro fundador de Chic, para construir una de sus obras más comerciales y directas, una de las más queridas y de las más discutidas también.
La aportación del coautor de "Le Freak" fue fundamental y se puede apreciar en toda su grandeza en la canción titular, uno de los pelotazos más grandes del Camaleón. Que el disco sea discutido por parte de sus seguidores se debe a un exceso de comercialidad y a un alejamiento del rock para abrazar sin medias tintas la música disco que pegaba en la época. Bowie siempre ha estado atento a la última tendencia y no pensaba quedarse atrás ni por asomo, de ahí esta maniobra tan sorprendente y tan polémica.
En conexión con esto, sigue eligiendo con mimo a los guitarristas que lo acompañan, y en este disco, además de Rodgers, cuenta con la colaboración de Stevie Ray Vaughan. Todo un titán del instrumento que, y esto es lo que escuece, no tiene nada que ver con la heterodoxia y la brutalidad de Carlos Alomar, Adrian Belew, Robert Fripp y todas esas bestias que lo habían acompañado anteriormente. Con la perspectiva del tiempo, creo que, una vez más, el genio británico acertó de pleno. El toque bluesero, clásico de un gigante como Vaughan acaricia y engrandece unas composiciones de funk sudoroso y soul febril. Era lo que se pretendía, entiendo, aunque el viraje doliera en su momento.
En resumen, "Let's Dance" sigue manteniendo el nivel de calidad, aunque hay que reconocer que Bowie se vuelve aquí menos reconocible, como si su sello estuviera más diluído. Con todo, no deja de tener mérito que el Bowie menos Bowie de la historia consiga engarzar un rosario que incluye entre sus cuentas gemas como "Modern Love", "China Girl" (a medias con Iggy Pop y grabada con anterioridad por el último), "Let's Dance" o "Cat People". Así las cosas, el guapo que le ponga pegas a esto debería hacérselo mirar.
★★★★☆
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