El cuarto álbum de los norteamericanos gira en torno a la dificultad de las relaciones a distancia, de ahí su título. Tanta hondura emocional requería de unas letras a la altura y ahí es donde Ben Gibbard despliega sus habilidades poéticas para construir una obra de un sentimiento profundo e inmenso como el océano que le da título. Inapelable en las palabras, es en la música y los arreglos donde encuentro más pegas. No es que las canciones no sean bonitas o efectivas, que lo son en extremo. El problemilla radica, para mí, en un empalago sutil pero muy evidente. Una insustancialidad y exceso de engolamiento que acaba pudiendo conmigo.
Con todo, entiendo perfectamente que "Transatlanticism" siempre va a tener su público. Sus hechuras son muy nobles y su acabado muy redondo como para pasar desapercibido. Tanta loa puede parecerme exagerada y su mojigatería acaba pesando mucho en mi apreciación, pero sus calidades son de primera. Ah, y su tan cacareado rock indie no es tal, dejémoslo en un pop brilloso que calienta pero no abrasa. Por mucho que reluzca ese temazo que es la canción que le da título, lo mejor de una obra interesante pero menor.
★★★☆☆
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