FREAK FOLK. Se puede decir que aquí empieza la historia de Devendra Banhart como artista. Al menos aquí empieza en serio, con un disco bien grabado, por muy lleno de interferencias y cortocircuitos mentales que esté. Que lo está. Nada extraño si escuchamos su obra anterior y si tenemos en cuenta que fue una apuesta personal de todo un ínclito como Michael Gira para su sello Young God.
Banhart revolucionó el panorama de principios de siglo con su aparición y más concretamente con las dos obras que entregó en 2004. Esta sería la primera y, si me apuran, la más redonda, lo más cerca que ha estado nunca de firmar una obra maestra. Otra cosa es el sambenito de innovador o renovador de la escena folk que se le endosó casi sin pensar. Su obra puede ser rompedora en muchos aspectos, aunque la innovación no es tal si tenemos en cuenta sus deudas con gente como The Incredible String Band, esa Vashti Bunyan que él mismo ayudó a resucitar y todo el psych-folk de los 60 y 70.
Dicho esto, hay que reconocer que el cantautor de orígenes venezolanos tiene algo especial. Es innegable, aunque no esté en el ADN de su música. Más bien radica en el tono fantasmal de una voz que el propio Gira definió como un cable de alta tensión. También en llenar tanto aire con tan pocos elementos, en su lírica entre lo onírico y el realismo mágico y en una habilidad innata para integrar influencias diversas para crear algo nuevo, o que al menos lo parece.
"Rejoicing in the Hands", el hermano gemelo de "Niño Rojo" (2004), es la mejor colección de Devendra. Un disco imaginativo, resonante y muy hermoso. Su caricia se prolonga en todo su recorrido, convirtiéndose en la mejor puerta de entrada posible al universo personal, encantador y algo chirriante del geniecillo tejano.
★★★★☆
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