GRUNGE. Desde la cara oculta de Seattle, estos rockeros rebosan la autenticidad que da el haber sido el germen de todo un movimiento. Pocos tuvieron los arrestos de prestar la atención debida, pero cuando Nirvana y Pearl Jam empezaban a estar en boca de todos, este grupo ya llevaba más de un lustro en activo. La suerte nunca los acompañó y lo más parecido al éxito que lograron alcanzar está en este disco, el sexto en su carrera, una anomalía de rock poderoso que se coló en las listas a rebufo de la participación del grupo en la banda sonora de esa mítica "Singles", película que marcó a toda una generación.
"Sweet Oblivion", un título que suena a condena autoinflingida, suena con convicción y destila las mejores esencias de un grupo de rock duro que siempre trabajó a partir del blues, con una negrura que su frontman se encargaba de convertir en arte. Si las guitarras y la base rítmica de la banda fueron importantes, y de eso no cabe duda, tampoco es posible negar que Mark Lanegan era la mayor atracción del grupo. Su voz y su presencia escénica imponían un respeto del que todavía hoy se habla. Con ese porte a lo Jim Morrison y esa dicción severa y grave como la noche se ha ganado el respeto de todos tanto aquí como en su carrera en solitario.
Siempre se ha hablado de la maldición que sufrió el grupo y cómo nadie se explica porqué no llegaron más lejos. Es extraño, la verdad, a la luz de esta obra de rock pedregoso que retuerce las raíces y ha servido de inspiración a gente de variado pelaje desde la americana al stoner rock, una piedra de toque para todo aquel que pretenda saber algo del rock norteamericano de los noventa. Es grunge, sí, pero el término se queda corto para calificar a una de las mejores obras de un grupazo de rock & roll que todo el mundo debería conocer.
★★★★☆
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