sábado, 4 de julio de 2020

Avaricia

Greed
(Swans, 1986)

NOISE INDUSTRIAL. La avaricia se pinta aquí con el color dorado de los ojos ávidos de vil metal. Para los Swans es un concepto sucio e infecto como los virus que se pegan en todas esas monedas que intercambiamos con alegría. Y así lo expresan, con un disco duro y metálico. Una obra en la que estrenan la participación de Jarboe, la que estaba llamada a cambiar el sonido del grupo para siempre.

Jarboe es la fuerza más decisiva en el tercer disco de los neoyorquinos. Nacida en Mississippi y criada en Nueva Orleans, huyó de sus raíces sureñas en pos del sueño artístico de la Gran Manzana. Allí vio hecho realidad su sueño de codearse con lo más afilado y underground de la vanguardia artística, gente como Lydia Lunch, referentes de una forma de arte extrema y personal. También llegó buscando a la voz que había detrás de ese "Filth" (1983) que había removido las entrañas del rock más visceral. Y así fue como se dio de bruces con Michael Gira. Toda una decepción, afirma socarrona. Si se esperaba algo no era este yonqui rubio, alto y escuálido con el que se topó.

Con esta nueva incorporación, Swans ganaron en todos los aspectos, dejando atrás esa no wave que no podía llevarlos más que a la tumba y añadiendo capas de una sutileza que, tampoco exageremos, aquí solo aparece esbozada. La presencia de la artista sureña se percibe en la adición de teclados y en la timidez de algunos coros que se diluyen en la mezcla fuerte y marcial del combo. Un piano aquí, una atmósfera turbia allá, "Greed" es más el final de algo que el principio de los nuevos Swans. Para ver hasta qué punto la nueva amante de Gira iba a voltear al grupo habría que esperar un añito todavía. De momento, simplemente observamos que el grupo ha encontrado una veta riquísima. Quedaba por ver cómo pensaban explotarla.
 
★★★☆☆
 
A1 Fool
A2 Anything for You
A3 Nobody
A4 Stupid Child
B1 Greed
B2 Heaven
B3 Money Is Flesh
 
Total: 36 min.


Las manos doradas como de un muerto, consumidas por la avidez de no saciarse nunca. La relación entre las imágenes que Erich Von Stroheim plasmara en su película de 1924 y este clásico del ruidismo industrial me parece tan clara como devastadora.

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