domingo, 5 de julio de 2020

Los Campos Elíseos




The Slider (T. Rex, 1972)
GLAM

Algo gordo estaba gestándose en Gran Bretaña a principios de los 70. En una carrera de superación, las luminarias de esa nueva música que llamaban glam se retaban con obras maestras que trataban de fulminar la de su rival en una sucesión increíble de arte mayor.

En 1972 se publicaron, por decir un par, "The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars" (David Bowie) o "Transformer" (Lou Reed). También, fuera del entorno de la purpurina, el seminal "Exile on Main St." (The Rolling Stones), del cual Marc Bolan siguió la estela al irse a grabar este tercer disco de T. Rex a un castillo en Francia. Los motivos, más que románticos, eran de nuevo puramente económicos: esquivar la dureza del fisco británico.

"The Slider" no deja de ser una continuación de los patrones instaurados en esa bomba que fue "Electric Warrior". Muchos dicen que se complementan a la perfección y comparten un sonido más que similar. Puede ser cierto, si bien este disco que nos ocupa es algo más espléndido con las cuerdas y el oropel que adorna sus baladones e incluso sus momentos más rugosos. Mantiene el pellizco eléctrico que me encantaba del disco anterior, pero quizá esté más diluido o más integrado en la mezcla. Debe ser lo segundo, porque a pesar de sonar menos abrupto me transmite una fuerza y una euforia inigualables y quizás, y esto va por días, superior a la del hermano mayor.





Lo que está claro es que Marc Bolan logró crear un artefacto ajeno al paso del tiempo. Un disco de rock & roll al que si se le quita el carmín, el polvo de estrellas y el escapismo cósmico, puede que no aporte gran cosa al gran circo que iniciaran Chuck Berry y compañía. John Lennon ya lo dijo en su momento: "el glam rock es solo rock & roll con pintalabios". Una frase que pretendía ser un desprecio y que en toda su verdad descriptiva deja más preguntas que certezas. Al fin y al cabo, ¿qué es el rock & roll si no un arte bastardo que ha perdurado en el tiempo gracias a su capacidad de mutación y absorción de todas las modas y las músicas del mundo?

Al fin y al cabo, de T. Rex y de este disco en concreto han surgido demasiadas cosas como para despreciarlo a la ligera. Los New York Dolls, el art rock e incluso el punk no creo que fueran lo mismo sin ellos. Solo por eso, a ver quién pone en duda su grandeza galáctica.

9.4


"La Cenicienta", el cuento de Perrault al que Walt Disney dio la forma definitiva en forma de imágenes para grabarlas en el inconsciente colectivo de varias generaciones. Asociar esta historia a este álbum me parece de lo más natural por muchos motivos. Por esa idea que transmite de los quince minutos de fama que dijera Warhol a los que todo ser humano tiene derecho. Esos quince minutos de fama de los que disfrutó Marc Bolan antes del trágico accidente que acabó con su vida. También esa idea también presente en "El patito feo", ese florecimiento, esa transformación en cisne que Bolan y su grupo experimentaron en sus carnes. Y por supuesto la tragedia de lo efímero de todo eso, la magia  y el polvo de estrellas, y el baile como elemento central del relato. En salones plateados de esta tierra o en estancias inventadas en Marte. En cualquier caso, siempre a la búsqueda de ese príncipe inefable que tanto daño ha hecho a niñas de todo el mundo. De todo eso este disco tiene mucho que decir. Para bien o para mal.

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