The Lord of the Rings: The Fellowship of the Ring (Howard Shore, 2001)
BANDA SONORA. Howard Shore se lo curra para esta banda sonora y tira de clásicos para vestir el extremismo épico de una obra señera dentro de la cultura popular. Los ecos de Carmina Burana (Carl Orff, 1936) o de El anillo del nibelungo (Richard Wagner, 1876) están ahí, más que explícitos, para dar vida a la historia de sacrificio y de la eterna lucha entre el bien y el mal que J.R.R. Tolkien escribiera en 1954 y que Peter Jackson empezara a fijar en nuestras retinas con esta primera entrega estrenado en 2001.
La música que contiene esta banda sonora, como viene siendo habitual, iba a ser la base para las siguientes partes, con lo que se convierte en la más importante si te quieres sumergir en la Tierra Media que nos pinta el realizador neozelandés. Una música que combina lo tétrico, lo pagano y lo naíf de una manera totalmente desprejuiciada, pero que acaba adoleciendo de los mismos problemas que la película (y la novela original). A saber, una ausencia total de gama de grises entre el blanco y el negro que representan al bien y al mal, unos personajes pintados a brochazos con escasa profundidad más allá del tópico de un par de características que los definen.
Así, si nos paramos un poco, apreciaremos que la música es más bombástica que sutil, más conmovedora en el sentido epidérmico que en el del sentimiento profundo. En fin, una música más que efectiva y más que ajustada para subrayar lo que nos cuentan las imágenes. Y ese es otro de sus problemas: no acaba de disfrutarse esta banda sonora desnuda de las escenas a las que acompaña. Puede hacernos rememorar tal o cual momento, pero en cuanto a unidad, nada de nada.
★★★☆☆
Tampoco ayuda una distinción entre buenos y malos con pocos matices salvo por el poder devorador de la codicia y el ansia de poder, que es capaz de corromper hasta a los corazones más puros.
Razones que creo que acaban perdiendo ante el poder atmosférico y paisajista de las descripciones, la fuerza del ecologismo, el compañerismo y el espíritu de sacrificio de una historia que si pervive por los siglos de los siglos, por algo será.
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