DREAM POP/POST-ROCK. Nunca he sido muy fan de los discos que parecen bandas sonoras de una aurora boreal. Por tanto no es nada sorprendente que este no me acabe de entrar. En sus mejores momentos, el grupo me suena a una versión dulcificada de Mogwai ("Bethesda", "X"). Y en el resto no supera el calificativo de música de fondo. Muy bonito y muy ambiental, de los de te enseño la patita y te la vuelvo a esconder, pero lejos de dejarme huella.
Hay que echarle muchos huevos para llamar a esto post-rock, por mucho que yo mismo me suba a ese carro. Esta música transita tanto por el rock como por el peligroso desfiladero de la new age y el ambient. Que es un paseo bonito hasta la náusea, no puedo negarlo. Que merezca todo el tiempo que hay que dedicarle... Eso me ofrece más dudas. Eso sí, ¡qué bonito es el cuarto disco de I Like Trains! Casi tanto como el Ágætis byrjun de unos islandeses que puede que los británicos se hayan puesto para dormir unas cuantas millones de veces.
Tampoco sería justo tasar esta obra sin tener en cuenta que no está pensada para ser escuchada sin acompañar las imágenes de la película de la que es banda sonora. Una cinta documental de Matthew Hopkins y Ben Lankester con la que comparte título y que no es más que un documental sobre la banda. Lo cierto es que no la he visto y la música me genera curiosidad sobre la misma, aunque no sé si la suficiente. Al fin y al cabo hace falta una predisposición demasiado especial.
★★☆☆☆
Está claro que esta música te transporta y te sugiere paisajes especiales y concretos. De la frialdad de los fiordos a la belleza otoñal de ese Distrito de los Lagos que los miembros de la banda deben conocer bien. No en vano Leeds está bastante cerca de dicho parque nacional. Y más cerca aún de un Ilkley Moor al que llegan a dedicar una canción aquí. Un paraje mágico que nos evocan de una manera espectacular.
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