ROCK. Que este disco suene tan ochentero, lejos de ser un menosprecio, acaba siendo toda una alabanza, aunque a la vez es la losa que le impide crecer para erigirse en la obra maestra que debería haber sido. Y debería haberlo sido sin problemas por la turgencia de sus melodías y sus ritmos, por su toque soul, por lo bien que manejan el blues urbano y por lo furiosamente enormes que suenan sus guitarras y sus vientos.
El tercer disco de Huey Lewis y sus compinches nos muestra a una banda más que solvente, un grupo de chicos que se nota que aman el rock & roll por encima de todo. Un conjunto que ha digerido las enseñanzas a través de un metabolismo tan envidiable como su capacidad para dar vida a unas canciones que pueden parecer plástico pero que a la altura de "I Want a New Drug" ya te han ganado para siempre.
El problema viene precisamente a partir de ahí. Ya sea por un exceso de brillantina o por ofrecer melodías a las que les faltan un par de vueltas, el disco no vuelve a rozar los niveles de ese cuarteto inicial. Y así va avanzando hasta el corte final, versión de Hank Williams, que hace que recupere la fe en una obra que iba para pelotazo y ha acabado decepcionándome un pelín. No es que sea como para hundirla en la miseria de todas formas. Sports despliega los suficientes atractivos como para recomendarlo como una de las mejores obras de la banda californiana. Un grupo mucho más interesante de lo que su supuesta ligereza pretende aparentar.
★★★☆☆
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