HARD ROCK. Entre el ejercicio de estilo y un intento por revitalizar su sonido, Get a Grip ponía fin a una sequía creativa que se prolongaba ya durante cuatro años. La grabación de Pump (1989), su pelotazo de ventas y el extenuante tour con el que lo presentaron debieron hacer mella en los cuerpos y las mentes de los bostonianos.
Un parón que les permitió tomar aire, replantearse las cosas y perfeccionar unos planes de dominación mundial que iban a culminar en su disco más vendido, el que llevó a Aerosmith a las casas de medio mundo sin importar que el rock hubiera sido tu dieta habitual antes de descubrirlos. Un hito comercial y transversal que sorprende en frente de los temas más duros del álbum, pero que se entiende perfectamente ante unas baladas tan imposibles en su grandilocuencia como efectivas a la hora de engatusar a cualquiera en un espectro de edad de cero a cien años.
No puedo decir que no me arrebuje aun con cierto pudor al calor de "Cryin'", "Crazy" o "Amazing", o que no disfrute latigazos como "Eat the Rich", "Get a Grip" o "Flesh", o que no aprecie calcos zeppelinianos gustosos como "Livin' on the Edge" o "Walk on Down". Es imposible no reconocerles su gancho. Otra cosa bien diferente es enfrentarse al relleno de un disco que se han empeñado en alargar innecesariamente. Una vez más nos peleamos con ese exceso de grasa que resulta tan molesto.
Con este disco el grupo abandonaría Geffen para fichar por la todopoderosa Columbia. Se pueden imaginar lo que iba a pasar. Una inmersión a pulmón en la comercialidad más vacua que de todas formas se intuía aquí de manera tan clara que no podemos decir que no estuviéramos avisados.
★★★☆☆
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