Up the Bracket (The Libertines, 2002)
HARD POP. Aunque parezca contradictorio, no era muy difícil odiar a los Libertines allá por esos comienzos del siglo XXI. Personalmente mi relación de amor-odio siempre ha tirado más para lo segundo. Y no debía ser difícil porque todavía había buenas bandas de rock & roll a las que agarrarnos y podíamos mantener nuestro filtro anti-últimas-modas-de-temporada perfectamente limpio y preparado para dejar pasar solo a lo más auténtico del panorama.
Con el tiempo, tal y como está ese panorama hoy en día y con toda la música que llevamos metida entre pecho y espalda, someterse a este estreno supone un shock equivalente a ponerte la punta de un cable pelado en el bulbo raquídeo. Así de salvaje, crudo y apasionadamente melódico (eso también) es el disco con el que The Libertines pusieron el mundo patas arriba hace ya unas décadas. Todo un latigazo de energía, un bichejo sucio y maloliente con un aspecto amigable y hasta hermoso en muchas de sus facciones.
Es en ese contraste brutal donde Up the Bracket triunfa de pleno. En ese hallazgo que supone encontrarse una vez más con el rock más británico de la creación. Sonar más ingleses que la caza del zorro es toda una redundancia por parte de un grupo que culmina la línea evolutiva iniciada por The Kinks y continuada por The Jam. Con la insolencia libertaria de The Clash, la decadencia de Suede y el nervio de Supergrass. Un amor por su querida Old Britannia que es fruto de un nueva dupla ganadora.
Las plumas y las juergas de Carl Barât y Pete Doherty son plasmadas en esta obra como si de los herederos de Lennon y McCartney se tratara. O mejor de Jagger y Richards. Sí, digámoslo sin miedo a la hipérbole. El tiempo diluiría su impacto como una pastilla efervescente, pero eso no quiere decir que lo que consiguieron en sus dos discos clásicos sea digno de menosprecio. Como una bomba, tuvieron una potencia destructiva, instantánea y fugaz. No es moco de pavo. Mucho más que lo que hayan podido hacer en proyectos posteriores.
★★★★☆
El caso de Carl Barât y Pete Doherty es el de otra de esas bicefalias creativas que desde la época de The Beatles y The Rolling Stones tanto éxito han dado al pop rock de las islas. Desde ellos, la búsqueda de sus herederos ha sido incansable y no siempre ha tenido el fruto deseado. Y en muchos casos, esa lucha de egos ha acabado en la inevitable desintegración del grupo.
Son muchos los que pueden aspirar a dicho trono. Cada uno tendrá su opinión al respecto, pero creo que estos candidatos son irrebatibles.
- Morrissey/Johnny Marr (The Smiths)
- Ian Brown/John Squire (The Stone Roses)
- Brett Anderson/Bernard Butler (Suede)
El caso de Doherty y Barât no deja de ser uno más en esa lista sin fin. En todos los casos expuestos o la banda se separó prematuramente o uno de las dos cabezas visibles acabó abandonándola. En el caso de The Libertines se separaron apenas habían publicado dos álbumes. Las drogas tuvieron un alto porcentaje de culpa. Después, regresarían en ese ciclo eterno de reuniones y resurrecciones que ya no podía ser lo mismo.
DISCOS RELACIONADOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario