The Libertines (The Libertines, 2004)
HARD POP. Los londinenses se dedican a refinar su punk pop tratando de pulirlo hasta quitarle toda esa mugre que, como todos sabemos, era su ingrediente más atractivo. Por suerte, en medio de la vorágine que acabó por engullirlos, no pudieron quitársela toda. Así, la esperadísima continuación a Up the Bracket (2002) resultó ser más elegante, mejor articulada y, según casi todo el mundo, superior en todos los aspectos.
Ni que decir tiene que por mi parte estoy en contra de esa tasación. Aun valorando en lo que vale el equilibrio compositivo de una dupla Doherty/Barât que estaba dando sus últimos coletazos, tengo que echar de menos por fuerza el latigazo raquídeo que supuso un estreno al que no superan ni en emoción ni en esa furiosa candidez que lo hacen tan adictivo. Nadie lo sabía por aquel entonces, pero el segundo disco del grupo, el que titularon con su nombre o dejaron de titular, mírese esto como se quiera, iba a ser el testamento prematuro de una banda que murió de éxito asfixiada por los egos y los excesos apenas había empezado a caminar.
Que volvieran a intentarlo más de una década después es una nota a pie de página, una menudencia que no merece siquiera mención. No, con unos cuantos singles y algún EP, con este álbum se finiquita el estallido que supusieron The Libertines en un momento y un lugar en el que su rock despendolado, furioso, arty a ratos y decadente casi siempre era lo que todos necesitábamos. Después solo quedó el eco de dicha explosión. Un eco prolongado y hermoso, pero solo eso, algo tan inasible y tan volátil que es el sello de identidad de un grupo que no estaba pensado para durar.
★★★☆☆
Está claro que los londinenses no pueden compararse con la hondura y el finísimo humor de una obra que se inspiró claramente en la novela picaresca española. Lo de Pete Doherty, Carl Barât y compañía era una pose demasiado estudiada como para dejar espacio para lo jocoso. Podríamos decir que la comparación nace pues de meras coincidencias, aunque no creo que a ninguno de los compositores les importara que se les asociara con tamaño gigante de la cultura e idiosincrasia inglesas, un sentido de pertenencia que ellos siempre han llevado a gala.
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