domingo, 29 de enero de 2023

Exotismo artificioso

Rising Above Bedlam (Jah Wobble's Invaders of the Heart, 1991) 

DUB/JAZZ/EXÓTICA. ¡Menudo potaje el que se cocina aquí el ínclito de John Joseph Wardle! Más conocido como Jah Wobble, las correrías del bajista estaban bien documentadas a estas alturas como miembro de honor de P.i.L., banda en la que, con Johnny Rotten, dio todo un revolcón al punk para lanzarlo al espacio. También son notorias sus colaboraciones con Holger Czukay y su querencia por un dub, digamos, más bien heterodoxo.

Todo eso contribuye al aire de misterio y exotismo que exuda la que puede ser su obra maestra. Al frente de los Invaders of the Heart, como si de un combo de jazz se tratara, y con la ayuda nada anecdótica de Natacha Atlas, se monta un jolgorio de difícil categorización. Es la cantante hispano-belga con raíces arábigas la que marca la diferencia para bien o para regular aquí. En sus arrebatos vocales nos vomita la mezcla de culturas que corre por sus venas, un empaste siempre chocante y sorprendente. Demasiado, diría yo.

Será por eso que el álbum suena a tantas cosas a la vez. Que si a los experimentos con sonoridades de Oriente Próximo del mencionado Holger Czukay; que si a los inclasificables Claustrofobia, que no conocemos ni siquiera aquí en su país; que si al engolamiento imposible de la prodigiosa Yma Súmac; que si a esa colaboración entre David Byrne y Brian Eno, que con My Life in the Bush of Ghosts (1981) tocaron techo en eso de la fusión cultural... Parecen muchos, pero les aseguro que me dejo unos cuantos parecidos razonables más. Los que hacen de esta obra algo tan curioso que es tan difícil resistirse a probarlo como a volver a repetir con ella. Pero con todo, me gusta.

★★★☆☆

1 Visions of You 5:34
2 Relight the Flame 4:13
3 Bomba 5:54
4 Ungodly Kingdom 4:31
5 Rising Above Bedlam 3:47
6 Erzulie 7:02
7 Everyman's an Island 6:29
8 Soledad 5:46
9 Sweet Divinity 4:17
10 Wonderful World 4:00

Total: 51:33

Esta música me sugiere una de esas vidrieras que adornan las catedrales del mundo. No por su carácter sacro, claro que no, y tampoco me lleva directo a esos impresionantes paneles capaces de hacer brotar las lágrimas de emoción a cualquier buen aficionado al arte.

Mi mente más bien se inventa una vidriera recargada, pero a la vez imposible. El sueño amputado de un loco en el que tienen cabida todos los colores, formas y religiones del planeta. Una cosa de dudoso gusto, pero con un atractivo inapelable.

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