ACID JAZZ. Como unos Rage Against the Machine del ecologismo, los de Jay Kay, el hombre de los tocados imposibles, se estrenan a tumba abierta con un tratado de funk espacial que los coloca a la cabeza de lo más in del momento. Con los años, la apariencia de autenticidad del proyecto se ha erosionado un pelín, seamos sinceros, pero a ver quién era el guapo que le ponía algún pero a este festín de ritmos carnosos y casi alienígenas en esos dorados 90.
Jamiroquai era "lo que había que oír" para estar en la onda. Por mucho que siempre hayan sido al funk y Stevie Wonder lo que Lenny Kravitz al rock y a Jimi Hendrix. Por mucho plastiquete con el que se hayan forrado hasta las cejas. Es imposible no rendirse siquiera unos segundos a la maquinaria instrumental que sostiene unas piezas con alma de jam y una dulzura casi física, aunque para muchos, y me incluyo, haga bastante más que tontear con lo empalagoso.
Dicho esto, al César lo suyo, y el grupo que arma Jay Kay para su versión de lo que debía ser el jazz fusión de finales del siglo pasado es escandalosamente bueno. Un grupo que, como digo, reclutó el cantante tras conseguir un contrato con Sony solo para él. Según decía no quería una colección de canciones de tres minutos, sino un álbum con todas sus letras en el que los músicos simplemente tocaran sin preocuparse por hacer canciones para la radio.
Aquí está el resultado. Un álbum en el que brillan los singles que lo hicieron grande, pero también un álbum con varios instrumentales solo para iniciados, con una base rítmica elástica y cósmica y con unas ínfulas de grandeza que ya de por sí tienen un gran valor. Ojalá se pudiera disfrutar todo esto como pretenden sus creadores. Personalmente no puedo decir que lo consigan del todo.
★★☆☆☆
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